I
El Viejo Marinero
salióle al paso al joven Convidado.
-¿Di, por tu barba y tus ojos de fuego,
qué pretendes de mí? ¡Suéltame el
brazo!
De par en par la puerta del Convivio
se ha abierto ya, soy primo de la novia;
todos están, comenzará el banquete:
¿no escuchas desde aquí la alegre ronda?
El viejo con su mano descarnada
le retiene y comienza: -Érase un barco...
-¡Suelta tu mano, barba sucia, suelta!
Y al punto el viejo deja libre el brazo.
Mas el imán de sus llameantes ojos
inmóvil tiene al joven Convidado;
su voluntad cautiva el marinero
y escucha como un niño de tres años.