Las historias de esta obra no hacen recordar que lo
raro, lo extraordinario y lo sobrenatural suceden en un mundo normal; pero del
cual ya no se tiene tiempo para ver, oler, escuchar y saborear.
Los cuentos nos conducen a desenlaces terribles,
quizá repulsivos; sin embargo, al mismo tiempo, nos son tan familiares y
normales que resultan comprensibles. Al comienzo, en cualquier relato se
presenta una situación sacada de la vida cotidiana.
Sin embargo, un poco después, el protagonista o el
narrador percibe que algo no está bien, luego empieza a sentirse incómodo, a
sospechar y acaba teniendo miedo. El lenguaje cotidiano es característico de los
cuentos que forman el libro al igual que un desenlace con parlamentos cortos que
deja marcado al lector a continuación del drama que fastidia por normal, como si
nada hubiese empezado o terminado y sin saber a ciencia cierta sobre quién gira
el relato.
El desliz de la reina nos infunde esos
temores a partir de lo que al inicio parece solamente una vulgar confidencia
femenina. Uno de los personajes escucha solemne al otro, a veces aburrido,
indiferente, compasivo. La relación humana se forja y se destruye de manera
imperceptible, y el lector no conocerá a los personajes sino sólo hacia el
final.