En un reino ignorado nació Bogatyr. Baba Yagá lo
parió, lo alimentó, lo crió fuerte y sano, y, cuando el
chico se hubo hecho un mocetón, alto como un castillo, se retiró
al desierto a descansar del mundanal ruido, dejando al hijo en libertad para que
se fuese a dónde le placiera: "¡Anda, Bogatyr, ve a realizar
hazañas!".
Huelga decir que lo primero que hizo Bogatyr fue ir al bosque;
vio un roble en pie, y lo arrancó de cuajo; encontró otro, y lo
partió en dos de un puñetazo; halló un tercero con el
tronco hueco, se metió dentro y se durmió allí.
Gimió la madre selva, verde y frondosa, estremecida por
los atronadores ronquidos; huyeron del robledal las fieras salvajes, levantaron
el vuelo las aves de todas clases; el propio genio del bosque se asustó
tanto, que agarró en vilo a su mujer y a sus pequeños y
tomó las de ViIladiego.
La fama de Bogatyr se extendió por toda la tierra.
Propios y extraños, amigos y enemigos, no salían de su pasmo: los
suyos porque, si no temían, ¿qué iban a hacer en la vida?
Además, alimentaban una esperanza: indudablemente Bogatyr se había
metido en el tronco hueco del roble para acumular aún más fuerzas.
"En cuando se despierte nuestro Bogatyr -se decían-, nos
cubrirá de gloria ante el mundo entero". Los extraños
temían a su vez: "Oíd -decían- qué tremendo
alarido se expande por la tierra, ¡Bogatyr no es un ser de este mundo!
¡Qué estruendo no armará cuando se despierte!"