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CAPITULO PRIMERO

PASAJEROS IMPREVISTOS

La petición del señor Malarius tenía un carácter demasiado conmovedor para no ser acogida con benevolencia; de modo que se aprobó por unanimidad, y el digno maestro, cuya reputación como botánico era más general de lo que él mismo pensaba, fue nombrado naturalista de la expedición.

En cuanto a la exigencia de Tudor Brown, si se aceptaban sus veinticinco mil kroners, el doctor Schwaryencrona y el abogado Bredejord se mostraron al principio dispuestos a rehusar; pero cuando reflexionaron sobre los motivos de su repugnancia, parecióles difícil dar una negativa ¿Qué razón alegarían ante la Junta para inducirla a rechazar una oferta tan importante? No encontraban ninguna valedera. Tudor Brown había llevado al doctor la partida de defunción de Patricio O'Donoghan, y ahora resultaba que este hombre vivía; pero ¿dónde estaba la prueba de la mala fe de Tudor Brown en aquel asunto? Esto era lo que se preguntaría, naturalmente, antes de rehusar una suma que bastaba para salir de apuros. Tudor Brown podía sostener muy bien que había sido sincero, y el paso que acababa de dar parecía demostrarlo. Tal vez fuese su único objeto ir a enterarse también de cómo Patricio O'Donoghan, a quien creía ahogado a la altura de la isla de Madera, se hallaba ahora en la costa de Siberia. Aun suponiendo que Tudor Brown abrigase otros proyectos, podría interesarle vigilar a aquel hombre, conocerle y saber su paradero. De todos modos, o nada tenía que ver con las averiguaciones que hacía tanto tiempo preocupaban a los amigos de Erik, y entonces era inútil tratarle como enemigo, o, por el contrario, interesábase personalmente en aquel tenebroso asunto, y en este caso más valía cien veces verlo obrar para combatirle.

 
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