Esas llanuras se Inclinan hacía la costa naturalmente; por lo que están muy bien regadas y son en consecuencia muy fértiles. Sin esa irrigación la tierra no producirla casi nada; porque, durante todo el verano, ninguna nube empaña la pureza del cielo. Aquí y allá, en las montañas y colinas, se encuentran algunos árboles achaparrados; pero, fuera de eso casi no hay vegetación. Cada propietario del valle posee una cierta parte de colina donde las cabezas de ganado semisalvajes logran sin embargo subsistir, por mayor que sea su número. Una vez por año se lleva a cabo lo que se llama un gran rodeo; se hace que descienda todo el ganado al valle, se cuentan las cabezas, se marcan y se separan algunas, que se engordan en praderas de regadío. En esos valles se cultiva mucho trigo y maíz; pero, el principal alimento de los campesinos es una especie de haba. Los vergeles producen melocotones, higos y uvas en abundancia. Con todas esas ventajas, los habitantes del país debieran disfrutar de más prosperidad de la que realmente disfrutan.
Ascensión al monte Campana. Palmeras a 1.350 metros de altitud (16 de agosto)
El mayordomo de la hacienda es tan amable como para facilitarme un guía y caballos reposados y partimos de madrugada con el objeto de efectuar la ascensión a la Campana, montaña que alcanza una altitud de 6.400 pies (1.920 metros). Los caminos son horribles, pero las particularidades geológicas y el espléndido paisaje que a cada instante descubrimos compensan nuestras fatigas. Al atardecer alcanzamos una fuente denominada del Guanaco, situada a gran altura. El nombre de esa fuente debe de ser muy antiguo, porque hace muchos años que ni un solo guanaco ha ido a quitarse la sed en aquellas aguas. Durante la ascensión observo que sobre la vertiente septentrional no crecen sino zarzas, mientras que la vertiente meridional está cubierta de un bambú que llega a alcanzar hasta 15 pies de altura. ¡En ciertos lugares se encuentran palmeras y quedo muy asombrado al hallar una de ellas a 4.500 pies de altitud (1.350 metros). Con relación a la familia a la que pertenecen, esas palmeras son árboles deslucidos. Su tronco, muy grueso, tiene una forma muy curiosa: es más grueso hacia el centro que en la base y la copa. En algunas partes de Chile se las encuentra en número considerable y son muy preciosas por una especie de melaza que se saca de su savia. En una propiedad cerca de Petorca se trató de contarlas, pero se renunció a ello luego de haber llegado a la cifra de muchos centenares de miles. Todos los años al comenzar la primavera, en el mes de agosto, se corta una gran cantidad, y cuando ya el tronco está en el suelo, se le quitan las hojas que lo coronan. Así empieza a fluir la savia por el extremo superior y fluye durante meses enteros, pero a condición de que cada mañana se corte una roncha del tronco, de modo que quede expuesta al aire una nueva superficie.