Prólogo
Y primero fue la palabra. Y las palabras se transformaron en historias. Y las historias deambularon de boca en boca hasta que la escritura las aquietó para que se inquietara nuestra mente.
Nacieron los géneros y, por supuesto, los escritores. Nuestros amados escritores. Sabios arcanos que usan las palabras como fórmulas, puertas espejadas que nos conducen hacia universos que creíamos perdidos, imposibles.
La Fantasía Oscura, tan vieja como el miedo, nos convoca una vez más para desearnos nueva vida. Una vida plena, un despertar completo, de eso se trata la convocatoria. Porque la mal llamada realidad, la razón, se pliega y se repliega al conjuro de esas palabras grabadas en símbolos mágicos que nos hacen vivir.
Vida. Nos sentimos vivos cuando nos sumergimos en las historias que nos pegan una bofetada para abrirnos los ojos, para que meditemos sobre lo que está más allá de nuestras narices.
¿Fantasía? Verdad que se esconde bajo una pátina de escepticismo resquebrajada con la facilidad de una pluma deslizándose sobre el papel.
“Hay gentes tan llenas de sentido común, que no les queda el más pequeño rincón para el sentido propio”, dice Unamuno, y no puedo estar más de acuerdo.
¡Pasen y lean, señoras y señores! Dejen de lado su sentido común y vivan, con los ojos bien abiertos.
Adelante…