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LA ESPERA
Luján, 3 de marzo de 1999.
Querido mío: Hoy, más que nunca, te extraño. Será porque “la negrita” nos regaló esta semana una nieta. Nuestra primera nieta. Ha sido un parto fácil, sin dificultad, gracias a Dios. Se empezó a sentir descompuesta después de la cena. Ahí nomás, rompió bolsa y salimos con el auto del Cholo hacia el hospital. Si vieras la cara de susto que tenía la pobrecita. Del Cholo ni te cuento porque me hacía acordar a vos cuando la noche anterior al nacimiento de nuestro primer hijo, yo te esperaba sentada en la cocina, con esos dolores que no me dejaban respirar. Vos ibas y venías probándote corbatas como si estuviésemos por ir a una fiesta, pero con la camisa a medio abrochar y sin los pantalones. ¡Estabas un poco nervioso! Hoy, cuando me acuerdo, me río, pero en ese momento creo que te quería matar. Dicen que la nena se te parece. De todas maneras, es muy chiquita para saberlo bien. Ah, una cosa importante: se llama Rocío. A mí me hubiera gustado Alma, como la nena de la novela que veíamos juntos, pero son ellos los que mandan y está bien que así sea. ¿Te acordás cómo se enojó tu mamá cuando le pusimos Ignacio a Nachito? Ella quería ponerle Ramón, como tu abuelo, hasta le había bordado a escondidas una batita celeste con la letra “R”. Finalmente cedimos con el segundo nombre, entonces fue Ignacio Ramón. Ahora son otros tiempos. Cariño mío, me siento tan sola por momentos. ¡Cuánto daría por sentir tus fuertes brazos junto a mi hombro…! Y así, abrazándome fuerte, caminar a tu lado desafiando al mundo. Lo que más me gustaba, vos lo sabés bien, era sentir el roce áspero de tus bigotes en mi mejilla. Hoy, algunas cosas parecen lejanas y otras se me olvidan y desdibujan. Entonces, ¿sabés qué hago? abro la caja de zapatos, esa donde guardo las fotos nuestras, y las miro. Son tantas que puedo pasar horas entretenida metiéndome adentro de cada una, así revivo muchos cumpleaños, algunas vacaciones en la playa, la inauguración de la parrilla en el patio y, sobre todo, esas en las que estamos junto a los chicos, nuestros hijos.
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Caricias de vida
de Mónica Graciela Sosto
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