MONASTERIO DE SANTO DOMINGO DE SILOS
1.586 Anno Domine
unque mi corazón es viejo y mis manos me tiemblan, el Señor me
ha dotado de una excelente memoria que ahora me será útil para trasladar la paz
a mi espíritu atormentado. Nunca antes me había atrevido a confiar a nadie el
relato de éstos sucesos por temor a que llegaran a manos de aquellos que fueron
mis perseguidores durante años y que me obligaron a vagar como un giróvago,
huyendo de una muerte de la que mi amado maestro no pudo escapar.
Noche tras noche su rostro se me aparece en sueños pero no está
sosegado como antes. Sus ojos no mantienen esa serena quietud que los
caracterizaba, están hundidos en sus cuencas y me devuelven una mirada fría e
increpante. Las arrugas, casi invisibles entonces, aparecen como surcos,
deformando su cara; su boca está apretada en una mueca de disgusto y aunque no
me habla sé lo que quiere de mí. Como digo, desde hace un mes, cuando la noche
extiende la negrura de su manto sobre la campiña y el único sonido que se
escucha es el ulular del búho y el gemido del viento en el páramo, mi sueño es
perturbado por la visión de mi maestro que permanece mudo y expectante. Yo me
agito y me revuelvo pero él sigue allí y me siento como una mosca atrapada en
una tela de araña, hasta que por fin consigo despertar con el cuerpo empapado en
sudor y entonces me arrodillo ante la llama de la vela y rezo por su alma.