Entre todos los habitantes del departamento número VI Moisés es
el único a quien le está permitido salir del pabellón a la calle, fuera del
recinto de la enfermería. Desde hace mucho tiempo, goza, de tal privilegio,
siendo considerado como un antiguo huésped del hospital y como un alienado
pacífico e inofensivo, un gracioso bufón del pueblo... Todo el mundo esta
acostumbrado a ver su silueta deslizándose por las calles, rodeada de los
pilluelos y perros de la localidad. Vestido con un miserable capote, un ridículo
bonete y unas pantuflas, pasea por las calles, muchas veces descalzo y hasta sin
pantalón, deteniéndose en todas las puertas y tiendas que encuentra en su
camino, a pedir limosna. Unos le regalan un vaso de kvas, otros una
rebanada de pan o una kopeka... De este modo suele volver a su residencia
bien comido y provisto de riquezas. Sin embargo, todo el botín suele recogerlo
Nikita, guardándolo para sí. Eso lo hace el soldado con brutalidad y con visible
enfado, volviendo los bolsillos del judío al revés y jurando, por todos los
santos, que nunca más dejará al hebreo salir a la calle, pues le contraría toda
infracción del orden.
Moisés es un hombre servicial... Muchas veces sirve a sus
compañeros un vaso de agua, y les arropa cuando duermen... Promete a todos sus
compañeros traerles una kopeka y confeccionarles nuevas gorras...
Además suele nutrir a cucharadas, a su vecino, un pobre paralítico, colocado a
su izquierda... Pero todo esto no lo hace por compasión o por cualquier
sentimiento de humanidad, sino imitando inconscientemente el ejemplo de su
vecino de la derecha, llamado Gromov.