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Hace tiempo en Flandes había una banda de jóvenes que, en una senda de perdición y locuras, la pasaban jugando desaprensivamente en prostíbulos y tabernas. Bailaban acompañados de laúdes y cítaras, jugando a los dados todo el día, comiendo y tomando desmesuradamente. Así servían bien y escandalosamente al demonio. En los mismos templos de Satanás realizaban terribles excesos. Sus blasfemias eran de tal modo groseras e ignominiosas que aterraba escuchárselas; de ese modo despedazaban el cuerpo de Nuestro Señor (como si los judíos ya no lo hubiesen hecho suficientemente), y cada uno se burlaba de los pecados de su camarada. Y después venían bailarinas, graciosas mozas vendedoras de frutas, cantores con arpas, alcahuetas y vendedores de golosinas; todos eran enviados del demonio para azuzar y alimentar la llama de la lujuria que tan similar es a la de la gula. Juro ante las Sagradas Escrituras que hay destemplanza y lujuria en el vino y la borrachera. Vean de qué modo Loth, borracho, pecó contra natura sin notar qué hacía; y era tal su beodez que no sabía qué estaba forjando.

Herodes (el que desee que consulte la historia), en medio de un banquete en que corría el vino, desde la misma mesa mandó cortar la cabeza sin culpa de Juan el Bautista.

Séneca asegura firmemente lo que sigue: no existe diferencia entre quien no está en sus cabales y quien está borracho; la única diferencia que existe, es que la locura, al atacar a un hombre débil, dura más que la borrachera. ¡Oh, gula maldita, primer motivo de nuestra ruina, principio de nuestra infamia hasta que Cristo nos redimió con su sangre! Piensen sólo qué caro debimos pagar este maldito pecado, la gula ha sido perdición del mundo. Por cierto que nuestro padre Adán y su mujer fueron expulsados del Edén y condenados a trabajar y penar por haber caído en este vicio. Porque en tanto Adán ayunó, según leí, permaneció en el Edén. Y cuando comió del árbol de fruto prohibido se lo condenó a la tristeza y el sufrimiento. ¡Gula, bien te mereces nuestra censura! Si el hombre supiera cuántos males acarrean los excesos y la gula, sería más moderado al sentarse a la mesa. ¡Ay de las fauces tiernas y del gaznate estrecho! Al este y el oeste, al norte y al sur, los hombres laboran la tierra, el aire y el agua para conseguir carnes escogidas y bebidas para el goloso insatisfecho.

 
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