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-No es por mi -repuso el joven; -es por ese muchacho que concede gran importancia, a que su deuda de honor quede liquidada antes de mediodía. Te agradeceré, por tanto, que si le ves en el círculo le digas que todo queda arreglado.

-Entendido -dijo Tony. -Pero, puesto que te tengo en mi casa, vas a almorzar hoy conmigo.

-Aceptaría gustoso, si no me lo impidiese un asunto que he de arreglar a las dos en punto.

-Quedarás libre cuando quieras -dijo el Marqués llamando a su ayuda de cámara. -Además a esa misma hora he de ver yo a mi médico.

Diciendo esto saltó de la cama y comenzó a vestirse.

Al verle tan ágil y fuerte, Enrique se echó a reír.

-¿Tu medico?

-Querido, las hay días en que no me siento bien del, todo... Falta de apetito, insomnios, laxitud general. Otras veces, tengo unas terribles jaquecas que me dejan embrutecido por dos días o irritable sin motivo ninguno y hasta me vuelven malo, malo del todo, y estúpidamente pendenciero. Una mañana anduve a puñetazo limpio con un albañil que rozo mis ropas al paso. Sentíame avergonzado, porque nos rodeó en seguida la gente y aquel hombre me propinaba sendos puñetazos, que yo le devolvía con toda mi fuerza. Ya puedes reírte como yo me río también ahora. Fue una cosa estúpida, pero no lo pude evitar.

-¡Extraña enfermedad ! -dijo Enrique.

-Enfermedad del hígado sin -duda.

-¿Y que dice tu médico?

-No entiende más que otros muchos a quienes he consultado y para los cuales mi caso es un enigma.

-¿Y vuelves todavía?

-Algo hay que hacer.

El Marqués decía todo por sencillez del mundo.

Enrique parecía sorprendido

A su juicio, Tony hablase convertido en hombre por el desarrollo físico; pero en cuanto a la parte moral, continuaba siendo exactamente el mismo que él habla dejado en los bancos del colegio. Las ideas no habían avanzado en su condiscípulo un solo paso.

Mientras almorzaban se entero minuciosamente de la vida del Marqués, y Enrique se preguntaba de qué podía servirle el cerebro a su amigo. Y sin embargo, Tony no era un tonto; de vez en cuando salían de sus labios frases felices llenas de fina observación cómica, y a veces espirituales, aunque siempre a propósito de esas trivialidades de la crónica galante o deportiva, que constituyen las grandes cuestiones de que habla todo el mundo en el circulo, en el hipódromo y en el entresuelo del café Inglés.

Enrique llegó a sentir por su amigo una especie de lástima al considerar la vacuidad de su existencia.

-Y ¿qué me cuentas de tu vida ? -preguntó Tony cuando hubo terminado el relato de la suya propia.

-Heme aquí otra vez de regreso; en mejor situación que antes, sin duda; pero, por lo demás, lo mismo que siempre.

 
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