-¿Una cuestión, de honor ? -repetía . ¿Habré cometido esta noche algún desaguisado?
No podía ser, pues todo había pasado en la mayor armonía... ¡Ah! tal vez alguno de esos caballeros, sus amigos, venia para pedirle que le apadrinase en su desafío... Y esto le pareció al Marqués muy interesante.
-Corre, Bautista; descorre las cortinillas que pueda yo leer el nombre que hay impreso en esta tarjeta.
Pasó por ella los ojos y exclamó con una gran sorpresa:
-¡Enrique de Luc! ¡Cómo! ¡Está en Francia y tiene un desafío!... Arregla un poco esto, Bautista, y hazle entrar... ¡Pronto!
Salió el doméstico y volvió a poco acompañando a un joven de excelente presencia, de amable y elegantes maneras y con unos ojos llenos de profunda inteligencia. Saludó al Marqués con una franca sonrisa, diciendo, mientras estrechaba su mano:
-¿Dormías?... Lo siento mucho.
-No vale la pena... -dijo el Marqués, ya enteramente despierto. -Siéntate y dime lo que te trae. Mas antes dame algunas noticias tuyas; ¿cuándo regresaste?
-Hará unos seis meses.
-Me han dicho que vienes ahora de China.
-De Yokohama, donde he pasado dos años como agregado de embajada.
-¿Y cómo no te he visto en estos seis meses?
-Ha sido necesaria esta circunstancia... enfadosa, para que yo descubriese tu casa.
-En realidad -repuso el Marqués cambiando de tono -lo mejor será que hablemos antes de tal asunto. ¿Conque, quieres batirte?
-¿Batirme? -dijo Enrique riendo No se trata de eso.
-Tú has hablado de una cuestión de honor...
-Referime a una deuda de juego.
-¿Juegas tú?
-¡Nunca!
-Entonces, te confieso que no lo entiendo -exclamó el Marqués frotándose de nuevo los ojos como dudando de si 'estaba realmente despierto.
-Sin embargo, es muy sencillo - repuso el joven Luc. -Tengo en París a un primo, a quien sus padres enviaron aquí para que aprendiese a vivir. Es socio de tu círculo y esta noche ha tenido la bondad de concederle crédito por unos doce mil francos.
-Es verdad, es verdad; te refieres a Enrique de Montreul. No sabia que fuese tu primo. Tanto mejor; es un buen muchacho.
-Aunque algo imprudente - añadió Luc. -Ha venido a verme esta mañana todo apesadumbrado, para contarme su malaventura. Yo no tenía en casa bastante dinero; pero al saber que su acreedor era un antiguo amigo mío, sin decirle nada, he decidido venir a verte... Toma estos ocho mil francos; yo te respondo de lo demás, que pondré en tus manos antes de cuarenta y ocho horas, sea que su padre me mande dinero, sea que mi -cobrador haya tenido tiempo de traerme esta suma.
¡Bah! -repuso el Marqués. -No te molestes por semejante tontería.