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"Señor don...

"A causa de un luto de familia, el señor y la señora de Tilloy tienen el honor de comunicarle el aplazamiento de la boda de su hija Alina con el joven Rogerio Prévallon, que debía verificarse el martes, 28 de abril de 18... en la iglesia de Nuestra Señora de los Campos."

Los periódicos parisienses, por otra parte, entre sus correspondencias regionales, publicaban la siguiente:

"INDRE Y CHER. -Nos escriben de Ferguson:

"El señor de P?, notario de Prefectura, teniente de alcalde, presidente del Consejo del distrito, delegado cantonal, Caballero de la Legión de Honor, ha desaparecido de esta población, dejando un déficit considerable. El suceso ha producido gran consternación en todas las clases de la sociedad fergusona, entre la cual el señor de P? gozaba de ilimitada confianza."

Cuando se hizo saber a la novia que en realidad no existía tal aplazamiento, sino que se trataba de una ruptura definitiva, Alina se echó a llorar.

El señor de Tilloy reprendióla severamente.

-Pero, papá -objeto la joven; -si el tío de Rogerio ha procedido incorrectamente, ¿qué culpa tendrá en ello mi futuro esposo?

La señora de Tilloy declaró que la objeción era inconveniente en grado sumo; y, para ofrecer la medida exacta de su indignación, levantó los brazos en alto y elevó sus ojos, grandes y animados, al cielo. El señor de Tilloy, que hablaba al mismo tiempo que su esposa, insistió en sus sermones, tratando a su hija de desvergonzada y prometiendo infligirle el más contundente castigo si seguía lloriqueando. Pero la amenaza no surtió el efecto apetecido, antes al contrario, Alina mostróse más inconsolable, más llorosa aún, tanto; que su madre, encolerizada, y su padre, indignado, le ordenaron que se encerrara en sus habitaciones, prohibiéndole terminantemente que volviera a pensar en el señor de Prévallon, y, sobre todo, que pronunciara jamás el nombre de Rogerio.

Pero... ¡que demonio! No habían procedido con justicia.

Al fin y al cabo, no había partido de Alina la iniciativa del proyectado matrimonio. Si había soñado en él, si lo había deseado, debíase a sus parientes, que pusieron empeño en conseguirlo.

Ellos fueron los que hablaron a los esposos Tilloy de un joven que conocían y que, a juicio suyo, habría de convenir a la señorita de Tilloy. Y los padres de Alina, ni cortos ni perezosos, buscaron, inquirieron, preguntaron... No había duda: Rogerio pertenecía a una excelente familia; su padre, coronel retirado y, por méritos de guerra, condecorado sobre el mismo campo de batalla, era hombre meticuloso y severo de por sí, que sabía poner por encima de todas las virtudes el sentimiento del honor.

 
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de Eduardo Cadol

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