Siempre que tuve noticia de un suicidio, lamenté que su autor no nos expusiera en público testamento, para ejemplo de sus semejantes, las causas de su funesta determinación de quitarse la vida... ¡Y he aquí que yo mismo me siento próximo a eliminarme del mundo! ¿Por qué no indicar entonces, a los muchos hombres que dejo detrás de mí, el escollo contra el cual chocara mi barca y puede chocar la de ellos? ¡Oidme pues, oh mis amigos, mis conciudadanos, mis prójimos, y creedme cuanto me oigáis, y meditadlo! Creedlo, porque con un pie en la tumba, no podré deciros más que la verdad; meditadlo, porque tengo, ¡ay! la amarga experiencia de quien viera fracasar todas sus ilusiones y esperanzas.
El caso es que la Muerte se me ha presentado con un disfraz amable. Me avergüenzo de confesarlo; pero el caso es que la Muerte vino a buscarme y me tentó en la forma... ¿Cómo decirlo?... de un juego de naipes, ¡el bridge¡ Supondréis que fui un jugador desgraciado, que perdí mi fortuna, mi crédito, lo que tenía y lo que no tenía, y que me resuelvo a suicidarme por no sobrevivir a la deshonra de mi bancarrota... ¡Nada deseo! Mi historia carecería entonces de toda originalidad y pudiera contarse en dos palabras... El bridge no es un juego peligroso, como el póker y el baccarat, y, además, desde ya os adelanto que he sido más bien un jugador afortunado... ¡Y aun os declaro que no soy jugador por temperamento, y, si mucho me apuráis, que hasta detesto el juego! No es el amor y la práctica del bridge la causa de mi desgracia, ¡antes bien mi antigua ignorancia y mi odio actual!
Era yo administrador de una de las mejores "cabañas" del país. Después de pasar en ella, para acreditar mis servicios ante mis tíos los propietarios del establecimiento, una larga temporada, vine el año pasado a Buenos Aires, a presentar los mejores productos de mi industria en la Exposición Rural. Obtuve varios premios, y el éxito me decidió a tomarme un mes de vacaciones en la capital, distrayéndome como correspondía a mi juventud y a la buena posición social de mi familia.
Ya el día que llegue de la estancia, me preguntó mi cuñada si sabía jugar al bridge ... Como yo le dijera que no, me dio un consejo:
-Debes aprenderlo cuanto antes... Ahora todo el mundo lo juega... No te lo enseñó yo porque es demasiado difícil y soy todavía bastante "chambona". Pero como se juega en todas las casas de nuestros parientes, no te faltaran oportunidades de aprenderlo.
Al día siguiente asistí a una comida del llamado "gran mundo". Había muchos caballeros de frac y damas elegantemente vestidas de baile. Como en la mesa no se habló más que de noticias sociales que yo ignoraba, y de bridge, tuvo que guardar un desairado silencio. En cuanto acabaron de comer, todos pasaron al salón a jugar al juego que hablaban. Me invitaron y tuve que rehusar, por ignorarlo...
-¡Cómo! ¿V. no sabe jugara al bridge? Exclamó la dueña de la casa, mirándome de pies a cabeza con su impertinente... Y luego añadió, ante sus invitados: ¡Este señor no sabe jugar al bridge!