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Presentación

El libro es fruto del encuentro académico-intelectual de la antropóloga Gloria Caudillo y el filósofo Alfonso Ibáñez –mexicana, ella; peruano él– ambos profesores de la Universidad de Guadalajara. Decidieron reunir sus trabajos, sin que en los capítulos figuren sus nombres y confiesan a sus lectoras y lectores: “ambos tuvimos que abrir nuestras mentes y corazones para escuchar y saborear las propuestas alternativas de los movimientos indígenas que luchan por la descolonización desde nuestra América profunda, lo cual supone entrar solidariamente en otro horizonte cultural”. En pocas palabras, se trata de una propuesta original que merece gratitud y cariño, que rompe con la fría y siempre distante aproximación académica impregnada de una aparente neutralidad y una falsa objetividad, y expresa una –entre muchas– lecciones aprendidas de los movimientos políticos de nuestras culturas indígenas.

Desde sus perspectivas académicas y personales Gloria y Alfonso examinan la bibliografía existente sobre el tema, producida a partir de las organizaciones e intelectuales indígenas de movimientos étnicos y políticos y de los esfuerzos de académicas y académicos alternativos cada vez más distantes del pensamiento oficial de las ciencias sociales y la filosofía. Tomar en cuenta a los pueblos indígenas como actores, autores, coautores y pensadores, es el mejor modo de valorar su sabiduría y de considerarlos como iguales.

En el último tercio del siglo XX surgieron las organizaciones indígenas primero étnicas y luego políticas y pronto se convirtieron en nuevos sujetos y actores en el escenario político de América Latina. Paso a paso fueron proponiendo nuevas reivindicaciones que poco o nada tenían que ver con las reivindicaciones propuestas por los partidos políticos de derecha y de izquierda. La defensa de estas reivindicaciones fue posible con otras prácticas cuyo denominador común es la vinculación profunda de la política con la vida; es decir, con la alegría, el canto, la música, la danza, la poesía, la fiesta, las mujeres, la espiritualidad. Separar la política del resto de la sociedad, en particular de la economía, es parte de la ceguera de la cultura occidental para entender el mundo. Gracias al conocimiento profundo de la realidad indígena y de sus principios estructurales de vida, los zapatistas fueron capaces de proponer que “otro mundo es posible” y que “mandar obedeciendo” puede ser el punto de partida de un nuevo contrato social que deje atrás aquel primer contrato –del iluminismo europeo, de Montesquieu, de Hobbes, y de la revolución francesa– que puso los cimientos del ideal de un gobierno democrático fundado en la soberanía de los pueblos y el principio de representación. Hoy, los pueblos indígenas y las capas populares no se sienten representados por las incipientes democracias y exigen que los Estados sean plurinacionales y la democracia por reinventar sea intercultural. Tampoco se sienten representados los españoles y griegos.

El Allin kawsay o Sumak Kawsay (en quechua) Suma Qamaña, en aimara, y Balu Wala, en lengua Kuna de Panamá, es un punto de llegada como propuesta para el futuro de un largo proceso que comenzó con la lucha por la tierra y luego por el territorio en un contexto de expansión del capitalismo por el mundo y la llegada de las grandes empresas multinacionales en un nuevo proceso de expansión (segunda mitad del siglo XX) en busca del oro, el petróleo, el gas, la madera y los saberes indígenas. Los buscadores capitalistas de fortunas tuvieron y tienen el mismo espíritu que el papa Alejandro VI, los reyes de España y Portugal y sus conquistadores, al celebrar el tratado de Tordesillas para repartirse en 1494 los mares, tierras y pueblos del mundo. Frente a la agresión de las empresas multinacionales, los indígenas defienden sus territorios, sus bosques, su pachamama, su naturaleza y en esa defensa, se formaron y aparecieron los intelectuales indígenas, que son personas formadas fuera y dentro de universidades, bilingües o trilingües, con una visión crítica de la realidad en que viven, que leen, escriben, debaten y son capaces de formular proyectos políticos para el desarrollo autónomo de sus pueblos. Felizmente, es ya inútil el gesto indigenista de hablar por ellos, de presumir representarlos, repitiendo y reproduciendo la vieja tradición de la modernidad de tratarlos como si fueran menores de edad y necesitasen la tutela de almas generosas que pueblan el imaginario mundo de la iglesia católica.

Arropada y protegida en las luchas por organizarse y defender su pachamama, nuestra naturaleza, salió de la clandestinidad la espiritualidad indígena, que más allá de su variedad y heterogeneidad supone rituales y ceremonias en honor de la madre tierra, de los padres nevados para expresar gratitud por el agua-vida y los alimentos recibidos; lejos, muy lejos de los miedos y temores a los dioses de las religiones oficiales capaces de bendecir y maldecir, de castigar y de enviar terremotos. Estas ceremonias tienen una sencillez y belleza admirables. Con ejemplar sabiduría los movimientos políticos indígenas muestran su espiritualidad y no dicen nada de las iglesias, católica y evangélicas, para evitar conflictos entre ellos mismos porque en el fondo se trata de respetar el derecho que tienen las personas a sus creencias y a su propia fe. Si se trata de ir a un nivel más profundo del tema, es posible suponer una coexistencia de creencias indígenas y cristianas, separadas y complementarias pero no sincréticas, porque cinco siglos de evangelización no se hicieron en vano. Por eso, los curas se sirvieron y sirven del llamado sincretismo para tratar de convencer que su Dios es el único y verdadero y que las otras “divinidades”, (antes demonios o diablos) serían únicamente otros rostros de su mismo dios.

En el curso de la afirmación de identidades étnicas indígenas se produjo uno de los hallazgos teóricos indígenas más importantes: no tiene razón la modernidad europea del saber, en particular la antropología, al oponer cultura y naturaleza. Se trata de una diferencia sustancial en la medida en que todos los indígenas y todos los habitantes del mundo somos parte de la naturaleza. Considerar a la tierra como a una madre contradice todo el discurso occidental de la supremacía de la cultura sobre la naturaleza y el ideal destructor de los ingenieros que en nombre del progreso destruyen los bosques del mundo.

Las luchas indígenas y populares en defensa de la naturaleza atrajeron a académicos e intelectuales de buena parte del mundo que por su propio camino cuestionaban y cuestionan la dominación capitalista y el concepto de desarrollo, entendido exclusivamente como desarrollo capitalista. Desde ambas orillas se construyen puentes y es en estas condiciones que en Bolivia y, luego, en Ecuador, surgió en la última década del siglo XX el ideal del Buen Vivir o Vivir Bien o Allin kawsay, Sumaq Kawsay, Suma Qamaña, y Balu Wala como una nueva utopía en el sentido preciso de un sueño posible, muy lejos de las utopías de la modernidad que han producido decenas de millones de muertos.

Luego de la aparición de los movimientos políticos indígenas con novedades de todo tipo, es importante señalar que los llamados politicólogos formados en los centros del poder de los países del norte y en universidades latinoamericanas que solo siguen los modelos, se consagran en sus ghetos al gran tema de la democracia, (estado de derecho, “gobernabilidad” y “gobernanza”) sin prestar atención alguna a procesos teórica y políticamente subversivos que brotan de esos movimientos.

Insisto en el mérito del libro de Caudillo e Ibáñez por reunir sus puntos de vista y examinar los múltiples problemas que supone tratar de encontrar una alternativa al pensamiento único del neoliberalismo y su reducción del desarrollo a secas al simple desarrollo capitalista. Está abierto el debate y quedan puntos discutibles en las diversas posiciones de los autores citados en el libro:

1. Además de servirnos del recuento bibliográfico cada vez más exhaustivo se requiere hacer investigaciones de largo aliento y trabajos de campo para explorar la naturaleza profunda y contradictoria de los procesos de cambio que anuncian el allin kawsay. La enorme esperanza que vino de la coalición Boliviana reunida por el Movimiento al Socialismo –MAS, con su Asamblea constituyente, su nueva Constitución reemplazando la República de Bolivia por el nuevo Estado plurinacional y el nuevo ideal de una democracia intercultural, y por la defensa de la pachamama, está ensombrecida por el nuevo apoyo del gobierno a la construcción de la carretera que romperá el Parque Nacional Isoboro Secure (TIPNIS) en pleno bosque indígena. Se trata del otro lado de la luna, del lado oscuro en que las grandes empresas multinacionales reaparecen y tratan de imponer sus intereses.

2. La tesis del Allin Kawsay deriva de las estructuras profundas de los pueblos indígenas que se encuentran en procesos muy fuertes aunque desiguales de desindigenización, promovidos por los enemigos desde fuera y también desde dentro: tanto por los cambios económicos y educativos, como por los indígenas que no se aceptan como tales y prefieren ponerse las máscaras de los modelos que les imponen.

3. El sueño de Otro mundo es posible viaja de foro en foro, en reuniones internaciones y nacionales, entre ofrendas y ofrendas cada vez más complejas con un problema muy serio: ¿cuál es o cuáles serían los sujetos históricos capaces de luchar por él y de convertirlo en realidad? Acabó el sueño de la clase obrera como gran sujeto en alianza con el campesinado. Los pueblos indígenas no tienen la fuerza suficiente y además están en general muy solos. El fracaso de la política de alianzas de la CONAIE y el Movimiento Pachakutik Nuevo País con el coronel Lucio Gutiérrez en Ecuador es el ejemplo más dramático. Hasta ahora las organizaciones de izquierda, tan modernas y europeo centristas, siguen divididas y dividiéndose y no son capaces de entender que una alianza en serio con las organizaciones indígenas les ayudará a salir de sus propias crisis.

4. El término interculturalidad está de moda. Hay mucho dinero del Banco Mundial y otras instituciones financieras para promover millares de proyectos y el dinero llega con una gran confusión conceptual que nada tiene de inocente o gratuita. El ideal de interculturalidad aparece cargado de un romanticismo maravilloso pues supondría igualdad, diálogo, respeto y tolerancia entre culturas (Banco Mundial y almas piadosas de la academia y las ONGs). El problema aparece cuando el ideal deseado se confunde con la realidad y se dice libre e impunemente que países como México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, “son” interculturales. Desde el desconocimiento de la realidad los ideólogos del desarrollo creen que la diversidad-heterogeneidad-pluriculturalidad se confunde con la interculturalidad. El prefijo inter establece una relación entre las culturas, alude a algo que se encuentra entre las culturas. Habría que estar ciego, sordo y mudo para admitir que las relaciones entre culturas en nuestros países han sido y son de igualdad, de diálogo, de respeto y de tolerancia. Por esa vía, la dominación colonial, o colonialidad del poder y del saber, todas las formas de racismo que suponen quedan fuera del escenario. ¡Interculturalidad o racismo! Este es el dilema de fondo. En la realidad hay algunas relaciones de igualdad, respeto, diálogo y tolerancia en zonas de fronteras culturales y lingüísticas internas y externas cuando pueblos indígenas de lenguas y culturas diferentes se tratan con respeto. Es pertinente tomar en cuenta que entre pueblos indígenas diferentes las relaciones de conflicto son todavía muy fuertes. Por otro lado, comienzan a aparecer ejemplos precisos de interculturalidad de hecho cuando médicos y enfermeras, formados en universidades, junto con las parteras indígenas, en algunos puntos de la Amazonía y los Andes peruanos, dejan de considerar el embarazo como una enfermedad y reconocen que el parto vertical es el mejor modo de recibir a los niños. Ocurre lo propio en unos pocos lugares de los Andes ecuatorianos y peruanos en los que las organizaciones indígenas están convenciendo a jueces de la justicia oficial del Estado a no enviar a la cárcel a apersonas que matan sino a obligarles a trabajar el doble que antes para mantener a las familias del victimario y de la víctima.

5. La insistencia con la que la armonía es presentada como un elemento clave del Allin kawsay-buen vivir, debiera merecer una precisión indispensable. Armonía y conflicto son dos componentes inseparables en las sociedades del mundo y en cada uno de los individuos que vivimos en ellas. No mencionar el conflicto supone una debilidad teórica y política de primer orden. Un error frecuente de los indianistas fue considerar que, por ejemplo, la sociedad inca haya sido plenamente igualitaria. Ese romanticismo tardío no permite entender lo que fue la realidad y es un ejemplo, desde otra orilla, de confundir los buenos deseos con la realidad.

6. Finalmente, vale la pena detenerse en la propuesta de un nuevo “proyecto civilizatorio” compartido por numerosos dirigentes indígenas y algunos intelectuales. Al lado de humanizar, cristianizar, modernizar, y globalizar, civilizar, es uno de los cinco verbos de la propuesta colonial del cambio en los últimos quinientos años. En la propuesta de descolonizar nuestro saber, estos verbos deberían ser enviados al cesto de basura. Civilizar quiere decir imponer una civilización, negando a otras el derecho de existir. No por gusto civilización y cultura son consideradas como sinónimas. (Uno de los grandes libros de Freud fue traducido como Mal estar en la cultura o Malestar en la civilización). Es correcto y legítimo hablar de las civilizaciones maya e inca, por ejemplo. Proyecto civilizatorio es la gran propuesta de la cultura occidental para dominar el mundo. Desde una vertiente alternativa no tiene sentido defender el allin Kawsay-buen vivir como un “proyecto civilizatorio”. Ante la crisis de la civilización o cultura occidental, tiene sentido proponer otras, siendo plenamente conscientes de que no se trata de imponerlas.

Rodrigo Montoya Rojas

Profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Lima, Perú. Julio 2015

 
 
 
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