1.
Ahora la silla es para Noelia un bulto amenazante apenas esbozado
por la luz tenue que penetra la ventana de su cuarto.Ydonde estaba la mochila
del colegio hay un ser oscuro agazapado.
Se mueven los ojos brillantes de la muñeca que cuelga de la pared,
y el tictac del reloj le golpea los tímpanos. Los ruidos inciertos de la casa
duelen, parecen palabras.
Pero nada de todo esto consigue atemorizarla. Noelia está
despierta. Espera. Sus manitos retuercen las sábanas, la mandíbula duele de
tanto apretar.
Un ruido leve en el pasillo.
Noelia cierra los ojos, su respiración se acelera. El ruido, más
cercano, la encoge bajo las sábanas. Entonces se atreve y mira fijo el
picaporte, una parte del metal refleja algo de luz, y lo hace más siniestro aún.
Lo ve angularse, lento, silencioso. El corazón le enmudece la garganta.
La hoja de la puerta se separa del quicio.
Desde ese marco de sombras, una sombra quieta la espía.
Noelia escucha ese respirar entrecortado, jadeante. Sabe qué es y
lo que pasará. La sombra se mueve, sinuosa, hacia la cama. La ve arrodillarse.Ve
la mano que se acerca, que le tapa la boca. Noelia resopla entre esos dedos. Un
aire tibio y acre barre su cara. Su cuerpo se contorsiona. No lo puede
controlar. Y ahora la sombra es una voz en la noche.