-En realidad no sé -contesté.
-¿De veras no sabe? ¿Hace cuánto que
está casada?
-Tres años.
-¡Pero no puede estar hablando en serio! Con sólo
cuidar su casa una semana, siendo su mujer tendría que haberlo
sabido.
-En realidad no se lo pregunté nunca; no le importa
mucho qué es lo que come.
Una pausa. Todos me miraron, sacudiendo la cabeza y con la boca
llena de carozos de cerezas.
-No es de extrañarse entonces que se repitan en
Inglaterra las cosas atroces que suceden en París-, dijo la Viuda,
doblando su servilleta-. ¿Cómo puede una mujer esperar retener a
su marido, si no sabe cuál es su plato preferido después de tres
años?
-¡Mahlzeit!
-¡Mahlzeit!
Cerré la puerta al salir.