-Ya ve, ¡eso es lo que pasa! No se pueden tener chicos
comiendo sólo vegetales. No es posible. Pero ya no hay familias grandes
en Inglaterra hoy en día; supongo que están demasiado ocupados con
sus campañas sufragistas. Ahora bien, yo tengo nueve hijos todos vivos,
gracias a Dios. Chicos sanos, magníficos... Aunque después de
nacer el primero tuve que...
-¡Qué maravilla! -exclamé.
-¿Maravilla? -dijo la Viuda con desprecio, volviendo a
colocar la horquilla en la especie de pera que se balanceaba en la punta de la
cabeza-. ¡Para nada! Una amiga mía tuvo cuatro al mismo tiempo. Su
marido estaba tan complacido que dio una cena y los hizo poner sobre la mesa.
Por supuesto ella se sintió muy orgullosa.
-Alemania -tronó el Viajero, clavando los dientes en una
papa que había ensartado con el cuchillo- es el hogar de la Familia.
-Siguió un silencio comprensivo.
Se cambiaron los platos para servir ahora carne asada, jalea de
grosellas y espinaca.
Limpiaron sus tenedores con pan negro y volvieron a
empezar.
-¿Cuánto tiempo piensa quedarse? -preguntó
Herr Rat.
-No lo sé exactamente. Tengo que estar de vuelta en
Londres para setiembre.