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Prólogo
Cuando hablamos de verdadero arte, y aún más de generar
gloria en la prosa, el camino es ir a contramano del mundo... dejar de lado a
los ?eruditos? que dominan el ambiente literario desde hace siglos, y que se
dedican a elaborar e imponer reglas métricas, rítmicas y gramaticales, a efectos
de evaluar y aceptar una manifestación como artística o desechable. Pierden de vista que el impulso de quien escribe
es dar rienda suelta al cúmulo de sentimientos que necesitan materializarse en
la vaguedad del mundo y que sólo esto de por sí, ya es
arte... Justamente aquellos
?estudiosos enciclopédicos? de la estructura y el encuadre de ideas, en la
limitada lógica del lenguaje humano, atentan contra el mensaje genuino que brota
del espíritu, en aras de sonidos simpáticos e infantiles, por el sólo hecho de
que el juego sonoro y visual en el momento de la lectura, sea amigable para
quien lo escucha u observa, sin concentrarse en la razón de ser del que
comunica, que es permitirle al lector ser el receptor de significados profundos,
que a través de la destreza de sus palabras quiere
regalarle. Lejos el verdadero
artista ?si puede ser considerado como tal?, debe estar de intentar extasiar los
ojos u oídos del receptor con frases forzadas que en el texto tengan un número
de palabras similares por renglón, o que en el aire suenen armoniosamente al ser
pronunciadas.
Debe poseer una mente madura y profunda evitando
empantanarse en el intelecto infantil de los ?expertos?, los cuales se
regocijan, no por el significado de un encadenamiento de palabras, sino por los
simpáticos sonidos que emanan de ellas al ser
pronunciadas. Justamente
ellos, que son incapaces de elaborar obras de verdadera valía, restringiendo sus
sentimientos y su pluma a reglas que las limitaciones de otros hombres les han
inculcado, que las mismas deben seguir para que sean consideradas
arte... Se caracterizan por centrar su escaso talento en
estudiar e inventar más reglas y normas estériles, como un gravamen resentido
que le imponen a las palabras que se materializan en mentes ajenas, por rehusar
estas nacer en las suyas, imposibilitándoles por siempre lograr una excelsa
composición. Como si el
arte de la escritura, el arte de trasladar desde el corazón y a través de la
pluma a un papel inanimado una chispa de emociones que son consecuencia de la
vida misma, debiera tratarse en realidad de un exacto ensayo matemático o de una
disposición encuadrada en la ley vigente... Parametrizar entonces la palabra es coartarle libertad
al artista, como se le coarta libertad al pájaro en una jaula por más amplia y
lujosa que esta sea... Y el
arte amigos... ¡es libertad! ¡Libertad y Revolución! Adelante los que avancen sin prejuicios, rompiendo
moldes impuestos por la mayoría mediocre, cómoda y alienada, que va mirando con
desprecio y envidia, mientras los solitarios rebeldes van haciendo historia
mientras caminan...
En un
sueño, CEC
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