Bésame
Has nacido de las particulares formas del amor.
Y has
sentido la extenuante fortaleza del odio.
Tu huella esconde celosa la
sensación de cada rincón de tu cuerpo.
Y tus curvas.
Extensas, como
infinitas y prolijas vías de placer.
Perduran en tu piel las marcas que
identifican
el escalofrío,
de roces involuntarios de tus piernas
cerradas,
y de tu deseo incontrolable de querer abrirlas.
El brillo que
reposa en tus labios sin habla.
La humedad de tu lengua que se
agita.
Identifican fácilmente la contención
de tus pensamientos de
odio,
ha ese placer premeditado y súbito
que acosa sin descanso a tu
frágil cuerpo de mujer.
Y tú solo miras.
Y tus pupilas se dilatan.
En
el trayecto de una gota desde tu cuello,
a través de tu cuerpo.
Salada
partícula de agua, poluciosa y egoísta,
logra acariciarte suavemente y de
manera horizontal.
Hace que suspires un aliento tibio;
como el del
lamento;
de no estar ahí contigo.
Dentro de ese placer inaudito,
que
corteja al odio inmaduro;
de solo un cuerpo desnudo,
sin amor.
Un
segundo que no basta, la desesperación,
de esperar a que aparezca.
O vivir.
O eyacular.
O suicidarte.
O simplemente esperar,
a que todo vuelva a ser como
tú;
con tú misma forma.
La de
asesino.