La enredadera
Mi barrio era un barrio como cualquier otro. Vereda
despareja, árboles añosos, vecinas conversadoras, mitad adentro de sus casas y
mitad afuera.
Era una época donde estar afuera era tan lindo como estar
adentro, o casi lo mismo. Entonces los árboles y las plantas habían sido unos
compañeros de presencia constante, donde fuéramos estaban.
Además, como si hubiera que agregar algo la completaban
con su perfume. En cada casa, conformando un ambiente más, limitaban el patio.