El pinchazo los demoró tanto que cuando retomaron la ruta
enseguida estaban manejando a más de 140 kilómetros por hora, con Perla al
volante. Su relato adquiere en este punto ilación: "Voy yo manejando ligero y
veo como un movimiento en la ruta que me hace mirar hacia la izquierda", dice.
Un movimiento. Camiones y autos parados en la ruta. El helicóptero caído. ¿No
recibieron ellos ningún llamado, ningún pedido de auxilio previo al desastre?
No. Ninguna comunicación telefónica ni radial.
Bajaron de la camioneta juntos; juntos cruzaron el alambrado. A
último momento Perla reculó, Barcelona en cambio caminó demudado por el maizal y
cuando llegó al helicóptero se puso a remover las chapas buscando a Junior.
"¿Quién era?", le preguntó Perla cuando lo vio volver. "Oltra", dijo Barcelona.
Mejor acercarse y verlo personalmente. Y así lo hizo Perla. ¿Adónde habían
llevado a Junior? Al hospital San Felipe. "Hay que pasar tres o cuatro puentes",
les informaron unos tipos que había por ahí, tan entretenidos con la truculencia
del espectáculo como con la eficacia con que los hombres de ESSEBA arreglaban los cables de media tensión que
colgaban, cercenados, a quince metros de altura.
El sargento primero Carlos Adolfo Ruiz (argentino,
por entonces 42 años, casado, custodio del hijo varón del entonces Presidente de
los argentinos, domiciliado en Villa Adelina, provincia de Buenos Aires,
instruido) estaba en Rosario cuando Junior Menem se mató.
El policía llegó a Rosario a eso de las doce y
media o una menos cuarto en el Spirit blanco en el que había salido esa mañana
junto al cabo primero Rodríguez y el cabo primero Adolfo Vallejos. El Renault 21
verdecito en el que iban el sargento Noriega y el cabo primero Bauer se había
ido desde Olivos para la Capital Federal llevando a Lucho Pineda a hacer unos
trámites.