¿De qué hablamos cuando hablamos de cuentos? (2da. parte)
por
Ariel Mazzeo
Efectos
especiales
Edgar
Allan Poe, ese gigante que prácticamente inventó el cuento tal
como lo conocemos hoy, escribió en 1842 una reseña crítica
a un libro de relatos de Nathaniel Hawthorne. Ese artículo se ha convertido
en el ensayo fundante: Poe nos muestra en él, nítidamente, su
particular visión de la estética del cuento.
El
concepto central que aquí vuelca el maestro del cuento moderno es el
de la unidad de efecto:
"Un
hábil artista literario ha construido un relato. Si es prudente, no habrá
elaborado sus pensamientos para ubicar los incidentes, sino que, después
de concebir cuidadosamente cierto efecto único y singular, inventará
los incidentes, combinándolos de la manera que mejor lo ayuden a lograr
el efecto preconcebido".
Absolutamente
todos los elementos que aparezcan en un buen cuento deben colaborar para el
logro de ese efecto preconcebido. Cualquier palabra, frase, incidente o personaje
que no ayude a lograr ese efecto preconcebido, ¡no sirve!
Ahora
bien, pensémoslo desde el lado del lector. Uno se encuentra leyendo,
digamos, Moby Dick. Por más fascinado que esté con los
demonios que habitan el alma del oscuro capitán Ahab, llega un momento
en que no se puede seguir leyendo: tenemos que apagar la luz y dormir sin terminar
de recorrer las setecientas páginas de esa maravillosa novela de Melville.
A la mañana siguiente uno tendrá que levantarse, ir a trabajar,
atender asuntos diversos. Y tal vez pase más de un día antes de
que pueda subirse otra vez al Pequod y seguir la persecución de
la ballena asesina. Todas estas interrupciones no anulan ni contrarrestan las
impresiones de la historia, ya que la novela es, más bien, una vida
(con todo lo que la vida tiene de marchas y contramarchas). Pero, en el caso
del cuento, esas mismas interrupciones resultarían fatales: destruirían
el efecto que cuidadosamente ideó el autor de la narración.
Entonces,
la brevedad no es una característica esencial del cuento, sino un requisito
necesario para lograr esa unidad de efecto, Las dos, brevedad y unidad de
efecto, son una amalgama, un aspecto estructural indispensable.
Refiriéndose
a la extensión física del cuento, Poe aclara rotundamente:
"Aludo
a la breve narración cuya lectura insume entre media hora y dos".
Convengamos,
para terminar de definir "brevedad", que hay cuentos aburridísimos
de apenas tres páginas y cuentos apasionantes cuya lectura excede las
dos horas prescriptas por Poe.
Duelo
de titanes
A
su modo, Julio Cortázar, no sólo gigantesco cuentista sino también
traductor de la obra de Poe, no es menos brillante que el norteamericano al
explicarnos que la intensidad es otro de los aspectos fundamentales del
cuento:
"Lo
que yo llamo intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas
las ideas o situaciones intermedias, de todos los rellenos o frases de transición
que la novela permite e incluso exige".
Al
hablar de los cuentos de Poe agrega:
"?(Poe)
comprendió que la eficacia de un cuento depende de su intensidad como
acaecimiento puro, es decir, que todo comentario al acaecimiento en sí
debe ser radicalmente suprimido".
Pero
este criterio de economía que exige el cuento no sólo se refiere
al tema, a los episodios o a la trama en sí, sino también a la
forma en que el lenguaje se ajusta a lo narrado. Sigue don Julio hablándonos
de don Edgar:
"En
sus mejores cuentos, el método es francamente poético: fondo y
forma dejan de tener sentido como tales? se nos pone en el drama, se nos hace
leer el cuento como si estuviésemos dentro."
Entonces,
la brevedad, la intensidad, la economía y el rigor en el lenguaje son
todos elementos que apuntan a lo mismo: unidad de efecto. Que es lo que
importa.
Pasando
en limpio
A
esta altura creo conveniente que hagamos una pausa para recordar algo que puede
parecer una obviedad: el cuento debe narrar un acontecimiento. En el cuento
debe suceder alguna cosa, una secuencia de acciones realizada por uno
o más personajes, en un determinado ámbito de tiempo y espacio.
Ahora
sí, estamos en condiciones de entender por qué don Enrique Anderson
Imbert, cuentista y brillante crítico, autor de Teoría y técnica
del cuento, mezcla todos estos elementos para regalarnos esta maravillosa
definición:
"El
cuento vendría a ser una narración breve en prosa que, por mucho
que se apoye en un suceder real, revela siempre la imaginación de un
narrador individual. La acción -cuyos agentes son hombres, animales humanizados
o cosas animadas- consta de una serie de acontecimientos entretejidos en una
trama donde las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en suspenso
el ánimo del lector, terminan por resolverse en un desenlace estéticamente
satisfactorio."
Del
dicho al hecho...
Es
cierto que para responder qué es un cuento no es suficiente un
artículo como este. Incluso, puede que ni siquiera sea necesario: bastaría
con leer con ojos críticos al Poe de "El entierro prematuro"
o "Berenice", al Chejov de "Tristeza". O "Los asesinos"
de Hemingway, o "Casa tomada" de Cortázar.
¡Esos
son Cuentos! (la mayúscula no es un error de edición?)
Sin
embargo, querido ciberlector, abrigo la esperanza de que al releer cualquiera
de estas obras monumentales puedas acercarte a descubrir los elementos que sus
autores, con mano maestra, fueron disponiendo para lograr un único efecto,
cómo fueron quedándose sólo con lo esencial e indispensable,
cómo acompañaron con el estilo adecuado, ese que nos hace respirar
la atmósfera de la historia.
Si
logramos vislumbrar esto, entonces habremos dado un paso.
Ya
lo creo que habremos dado un paso.
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