https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Polimorfismo Pitecántropo" de Matías Martín Schwindt | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Viernes 03 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas (1)  2 
 

El niño en su traje de astronauta de los 12 años

Los cadáveres presentaban síntomas claros de congelamiento. Después de un somero examen llegué a la conclusión de que estos cuerpos pertenecieron en vida ?todos?, a la misma persona o a los diversos modos de aparecer una persona. Intento regresar al recuerdo de mí mismo cuando este parecía estar inalterado por las circunstancias. Arrastrando los pies, avanzo entre entes diversos. La expresión no se ajusta a la realidad. ¿O existe un método para avanzar arrastrando ambos pies a la vez? ¿O no existe la realidad?
Escapo de este cuerpo que me afirma sobre el suelo. La gravedad aquí es baja, y mis pies están llenos de plomo para no flotar. Llevo un traje de astronauta lleno de tubos y costuras impermeables. Pero mi análisis es contundente y desalentador. Lamento dar estas noticias al Encargado que hoy es mi jefe. Moviendo las dos extremidades al mismo tiempo, sin embargo me apoyo con certera precisión entre un hombro no tan desconocido ?al menos eso parece? y una cara, esta sí, bien conocida. Creo partir hacia un lugar del cual no hay un retorno posible, al menos, con la integridad de mis partes. Estoy en una cueva por momentos y, sin saberlo, me tele-transporto dentro de la nave, luego fuera y vuelvo a entrar en la cueva, que es larga y se va angostando a medida que me adentro en ella. Allí veo la disgregación y unos huevos clavados al piso. Pelos, rasgos, muecas virtuales y esporádicas que me remontan en el tiempo como a un viajero fugaz huyendo de su sombra, exteriorizándola involuntariamente y viéndome reflejado en su aspecto espejado. Confundido y mimetizado con los cimientos retrospectivos de mi sintomatológica historia. Y entre una cabeza gigante, una mano y otro pie... Había muchos de estos miembros esparcidos dentro de la cueva a la que fui instruido para explorar con minuciosidad. Allí parecía haber miles y miles de órganos y de partes multiplicadas en el piso. Encajadas. Firmes e inamovibles. ?Pero estos miembros, son perfectamente cuantificables y la expresión «miles y miles» no se ajusta a lo concreto?, pensé. Debería enumerar a estas partes humanas y creo que coincidirían con la cifra que bailotea en mi cabeza. Tengo esa presunción. Coincidirán conmigo mismo y el número exacto que vine a buscar.
He descubierto las dobles intenciones del Encargado, sé más de lo que él cree y me quiere dejar ver. No lo deduzco con claridad absoluta todavía, pero... Él pareció dudar al darme las ordenes. Calzo el tamaño justo de mi bota ante ojos que me miran y me dicen sin palabras que allí no quepo. Que no los pise. A lo sumo muevo, apenas un poquito, el costado de uno de estos alienígenas para hacerme más lugar entre ellos. Brazos yuxtapuestos, mentones, rodillas.

Tal vez más atrás... sus dedos... o sus abdómenes y sus espaldas que están como torcidas y giradas de lado. Enmohecidas y con signos claros de deterioro y de dejadez. Mi bota cabe, sin problema ahora, entre esos rostros oblicuos. Me tele-transporto. Voy adelante y voy hacia atrás en el tiempo. Un paso más. Se avanza muy lento y con dificultad. Finalmente no tambaleé, ni perdí mi equilibrio. Son como forasteros o huevos en el suelo, esperando romper su débil cáscara de piel, una epidermis de células muertas, costras, o partes desechadas de seres tan diligentes y explicables como yo, instrumentos para sus beneficios.
Cuesta creer en estas criaturas allí tiradas por doquier. Cuesta considerarlas autónomas. Si es ?claro está?, que como mínimo soy capaz ?igual que desde siempre?, de darme a entender por completo al decir que, en este planeta incógnito, rompo el contacto conmigo y con mi cuerpo. Huyo y siento eclipsarme sin poder trasmitir todo mi juicio en términos legibles y científicos. El problema es que, aunque parezcan ser independientes, no lo son. Se mueven y avanzan en grupo como una imparable epidemia viral invisible que todo lo contagia, sin consideraciones y sin ningún tipo de bizarría. En ellos parece coexistir, de forma inaudita, la independencia y la propiedad, el calor y el frío, el existir de la materia y la nada más profunda. El tiempo de hoy y el tiempo de antes. Son libres dentro de los confines del sometimiento cósmico y, sobre todo, mientras sus pieles aguanten. Tienen un ojo torcido. Me siguen mirando. Y el miedo conquista mi desguarnecida carne dentro de mi traje de astronauta ficticio, llegando hasta mis huesos y haciéndolos crujir hasta reventar de ansiedad. Una implosión quebradiza y doliente, cada vez que en la cueva se acaba el aire. Sufro ataques de pánico y claustrofobia. Mi traje es de un material impermeable y protector contra esta atmósfera enrarecida, y aún tengo como una media hora más de oxígeno. ¡Aunque si los recuerdos se llegaran a filtrar por las costuras, sería el fin!
Ellos no saben de mí, puesto que yo parezco ser el último de la zaga. Pero yo los distingo bien, con una claridad que sintiese ser heredada o llevada desde siempre en el ADN y sí sé, fehacientemente, quiénes son. Hay un juicio de valor equidistante a cada deprimida sensación de felicidad, y aunque consideren anularse los antagonismos de afuera y el exilio, hoy no lo hacen. Coexisten. El exterior y el interior de mi casco elíptico se empañan progresivamente. Es un plexiglás que se me opaca en ocasiones en las que respiro hiperventilando. Su función es aislarme y mantenerme a salvo, pero hoy me impide ver. La forma de sus cuerpos es del todo familiar y me muestran quién he sido yo dentro del viejo contexto ovíparo. Incivil y biológicamente, sólo son fragmentos. Tan solo remembranzas de uno que estuvo lejos de conquistarse. Ya no tengo miedo. Se me pasó esa media hora de aire, ahora la aguja del barómetro marca que estoy con la reserva. Parece ser que en este nuevo planeta no se siente miedo. Eso pertenece al otro lado ?a la Tierra?. ¡Yo no sé cuál es mi sitio sempiterno! Veo que me quedarán, como mucho, cinco minutos de oxígeno. No creo que el Encargado se ofenda si le digo que me quedo aquí, entre éstos. Quizás él ya lo supo de antemano. Tal vez en esto se base mi misión. Quizás el Encargado mañana también esté allí debajo, pegado al piso, compactado y aferrado a la piedra con forma de huevo alienígena o siendo un embrión crecido, o un nuevo niño soñador a punto de renacer, o un cadáver envasado en un cascarón amniótico.

 
Páginas (1)  2 
 
 
Consiga Polimorfismo Pitecántropo de Matías Martín Schwindt en esta página.

 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Polimorfismo Pitecántropo de Matías Martín Schwindt   Polimorfismo Pitecántropo
de Matías Martín Schwindt

ediciones deauno.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com