Overture
En la Ciudad del Piraí
Il Peccato Originale
Tenía yo un año de edad. Era medianoche en verano. Ella y yo solos
en la cama. Muerta de sueño después de darme leche de su seno, dejó la luz
encendida. Travieso y recién cargado de energías, me quito de un tirón los
pañales que envuelven mi vientre y me siento, culo al aire, sobre la cama tibia.
Me hallo a sus pies, una delgada sábana blanca cubre ambos nuestros cuerpos.
Levanto la sábana con ambas manos y la luz pasa hacia adentro como en una tienda
de campaña. Ahí está Venus: inmensa diosa blanca desnuda, dormida, desparramada
en el lecho, dentro de los límites de mi reino. Soy Cupido; gateo hacia ella
silencioso. Sus piernas, ligeramente separadas, me dibujan el camino. Avanzo por
él hasta una pequeña loma, una mancha oscura sobre la que paso mis inocentes
dedos. La loma está adornada de rizado pelo suave, debajo se vislumbra una
hendidura misteriosa que emana dulce olor a incienso. Mi corazón late
enloquecido. Destellos de vívidos colores distorsionan las imágenes en mi mente.
¿La Caverna de Platón? El Templo de la Diosa Atenas. Entre ambos hemisferios de
mi mente se extiende ahora un misterioso puente, dialéctico y neuronal, entre
idea y realidad, entre lógica y arte. Mis sentidos reverberan de incandescencia, desde entonces y por toda la eternidad.
Afrodita surgiendo de un ondulante mar de leche cerca de la isla griega de
Citeres. Regreso sigiloso y conmovido a mi rincón a través del túnel de sábanas
blancas. Con los ojos bien abiertos, sueño hasta el amanecer con aquel extraño
incienso y la divina caverna. Mil otros amaneceres me han encontrado insomne
desde entonces -resplandeciente la conciencia- a causa de la misma
alucinación.
Jamás conté esta historia a nadie hasta hoy -estimado lector- en
que la inocencia y nobleza -virtudes en las que vivo eternamente- me inducen a
develártela, para que puedas valorar mejor nuestra amistad que hoy empieza.
Dionysos y Apolo, antiguos dioses griegos de la Débauche y la
Sabiduría guiaron por milenios la pluma de poetas como Homero, Sappho y
Shakespeare. Les enseñaron el camino del Arte hacia la
divinidad.