Señores:
Durante los años precedentes os he expuesto la historia de las dos grandes escuelas originales que han representado, por medio de la pintura, el cuerpo humano: la escuela italiana y la de los Países Bajos. Réstame, para terminar este curso, daros a conocer la más grande y de mayor originalidad de todas: la antigua escuela griega. Ahora no os hablaré de pintura. A excepción de algunos vasos y mosaicos, y las decoraciones murales de Pompeya y Herculano, los monumentos del antiguo arte pictórico han desaparecido y no se puede decir nada exacto en relación con este tema. Por otra parte, para la representación plástica del cuerpo humano poseía Grecia un arte más nacional, mejor adaptado a las costumbres y gustos públicos, probablemente más cultivado y perfecto: la escultura. La escultura griega es asunto de que nos ocuparemos en este curso.
Desgraciadamente, en esto, como en todo, la antigüedad no es mas que una ruina. Lo que conocemos de la estatuaria antigua no es casi nada comparado con lo que se ha perdido. Sólo existen dos cabezas por las cuales nos figuramos cómo serían los dioses colosales que expresaban las ideas del siglo más glorioso y cuya majestad henchía los templos. No poseemos ni un trozo auténtico de la obra de Fidias. No conocemos a Myron, Policleto, Praxiteles, Scopas o Lisipo mas que a través de copias o imitaciones más o menos directas y problemáticas. Las hermosas estatuas de nuestros museos son, en general, de la época romana, o datan, a lo sumo, del tiempo de los sucesores de Alejandro, y aun de éstas, los mejores ejemplares están mutilados. El museo de reproducciones parece un campo de batalla después del combate: torsos, cabezas, miembros esparcidos.
Sumad a todo lo dicho anteriormente que las biografías de los grandes maestros faltan en absoluto. Han sido necesarios prodigios de erudición, llena de ingenio y perseverancia, para descubrir, en medio de capítulos de Plinio, en algunas malas descripciones de Pausanias, en ciertas frases aisladas de Cicerón, Luciano y Quintiliano, la cronología de los artistas, la filiación de las escuelas, el carácter del talento, el desarrollo y las alteraciones graduales del arte. No disponemos mas que de un medio para llenar tales vacíos. A falta de la historia especial del arte, tenemos la historia general de Grecia. Ahora, más que en ninguna ocasión, estamos obligados, para conocer la obra, a estudiar el pueblo que la ha producido, las costumbres que la determinaron y el medio en que apareció.