Es moneda corriente que en la Isla Chiloé, ubicada al sur de Chile que es el
espacio donde transcurre el presente cómic, las madres solteras tiendan a
atribuir sus retoños al Trauko, suerte de hombrecillo rudo que hace de las suyas
en los bosques y lugares solitarios de la isla dejando embarazada a cuanta
damisela se adentre en sus dominios. Dicha leyenda está en el centro de la obra
en cuestión, y parece que ese tono picaresco que la domina termina dejando de
lado cualquier posible dramatización. Y es que el panteón mitologico chileno se
caracteriza por dar cuenta de problemas y situaciones domésticas, a escala
humana, delineando dramas íntimos y desarraigados de cualquier gran conflicto
existencial. Esto no quiere decir que Celeste Buenaventura sea un cómic poco
serio, muy por el contrario, es una obra en la que su protagonista es acusada de
un crimen. Un asesinato que involucra al hombre que ama, en un momento que es el
punto en el que Celeste se abrirá al gran caudal de emociones humanas, que marca
nuestro paso a la adultez, parece que Celeste se iba a encontrar con el Amor
pero en el camino se atravesó la Muerte. Y es esto último lo mejor del cómic, lo
más logrado; todo empieza como un clásico encuentro en una niña de provincia,
huérfana, que no está destinada a grandes cosas en esta vida y su amigo de toda
la vida: Conrado, que asiste a la universidad en una ciudad-capital. El diálogo
no dice tanto como el dibujo, ese abrazo ambiguo y esas miradas cercanas que
esconden grandes sentimientos, esos signos de dos jovenes que comienzan a
descubrirse un nuevo mundo para ellos hasta que otro mito picaresco se
cruza en su camino: el del pillo chileno. Común es el dicho que dice "la
oportunidad hace al ladrón". El problema es que en Chile la ética se reduce a
que si no aprovechas la oportunidad eres un idiota redomado y perteneces a otro
bando, eres otra clase ser humano. Suena simple y común, sin embargo esa forma
de actuar ha engendrado actos de mucha maldad. Y como decía antes, parece que la
pareja iba a seguir la senda del amor pero se aparecio la muerte.
Pero Celeste no está sola: aparece su padre el Trauko y su mundo se expande,
se abre hacía toda la mítologia local convirtiendo a Celeste de una niña común
de provincia en la hija de un hombre legendario, lo que claro suena postivo,
pero más que eso es complejo, y ahí está el segundo acierto de la obra, y es que
Celeste se inserta en este mundo mitológico, no como una variable mágica de su
mundo sino que como variable compleja, el paso a la adultez está marcado por la
comprensión traúmatica de que el ser humano está imbricado y conectado a una
serie de poderes y variables que superan su individualidad. Esto último está
representado por el panteón mitológico chilote, por las envidias y rencores de
personajes como la Fiura, poderes en las sombras y reencuentros familiares que
Celeste sufre y comprende porque en su camino se cruzó la muerte.
Conectar a un ser humano común y corriente con los poderes que constituyen
nuestro mundo es motivo clásico en lo que se refiere al uso de la mitología, la
forma a escala humana que da el guión de Rauch es notable, más aún cuando
construye un personaje femenino que problematiza ciertos aspectos básicos y
arquetípicos en su relación con las figuras masculinas. Puede que sea una
lectura para adolescentes, pero de que el cómic chileno está mejorando, no hay
duda.
Formato: 17 x 24 cms, 62 páginas a todo color en papel bond.
Portada a color con acabado polimate, encuadernación rústica, pegado hot-melt
Guión: Marco Rauch
Arte: Gonzalo Martínez
Color: Juan Moraga