La Filosofía de la Educación, de Ángel González Álvarez, que hoy presenta Editorial Troquel a los docentes y estudiantes argentinos y americanos, será un impacto, esperamos, en la temática educacional que a todos preocupa. No se trata de la praxis, de los métodos ni de opiniones más o menos discutibles, sino simplemente de arribar al concepto último respecto de la obra suprema: la formación integral del hombre. Formar el hombre, educarlo, la paideia de la tradición occidental cristiana: proyectar, pero al mismo tiempo educir las formas y la forma del ser que lo constituye. En otros términos, hacer que el hombre obtenga y conquiste su propia perfección por el cultivo y desarrollo de sus capacidades. Y, más aún, hacer que cada uno encuentre, por las vías de la inteligencia, la voluntad libre y la acción creadora, los horizontes abiertos a su destino y, al fin, la fuente misma del ser que aquí conocemos in speculo et enigmate. Porque una educación total trasciende la dimensión del hombre pleno, el hombre dios. Y en el ámbito de ese encuentro, mucho más todavía; el misterio de la decisión divina que pone entre nosotros y Dios un hecho concreto, pero inabarcable por la inteligencia: la presencia de Cristo, por cuya mediación nos incorporamos al núcleo mismo del amor que mueve al Sol y las estrellas.
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