Cualquier suceso, por insignificante que sea, me induce a bucearme obstinadamente", decía de sí Samuel Eichelbaum, quien se consideraba "un maniático de la introspección", y con justeza según se percibe en toda una importante línea de su obra, de la cual Pájaro de barro constituye una de sus más altas expresiones. Aunque varíen los temas, pues su producción dramática posee una rica gama de caracteres humanos, la soledad s una constante. Soledad que casi siempre surge de la impotencia de comunicación y que aísla y encierra a los personajes en los vericuetos de su propio ser. Samuel Eichelbaum (1894-1967), junto con Francisco Defilippis Novoa y Armando Discépolo, es cabal representante de la etapa de madurez de nuestra narrativa, y de una honestidad de creación que se concentra en sus propias búsquedas, ajeno a recuerdos probados de éxito en el teatro argentino de su época. Desde su ingreso oficial a nuestro teatro en 1919 con La quietud del pueblo hasta 1967, en que estrena Subsuelo, su última obra, no deja de aportar nuevas esencias dramáticas que van perfilando su propio universo y en el que se destacan entre otras, Pájaro de barro, seleccionada para la Biblioteca Básica Fundamental, y Un guapo del 900.
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Reseña del libro
