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Civilizaciones de occidente
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 Reseña del libro
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Política de Devoluciones. |
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Otros libros en la misma sección |
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Descripción del libro usado "Civilizaciones de occidente" |
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| Hace ya varios años que esta historia de Edward McNall Burns está totalmente agotada en la edición española, en tanto en la edición inglesa lleva ya ocho reediciones, desde 1941 en que fue publicada por vez primera. Este ha sido un hecho lamentado en verdad por legiones de educadores secundarios y terciarios, porque significó una carencia para la mejor formación de educandos en ese área tan compleja como es la historia, o si se quiere, las ciencias sociales en general. La presente edición ha sido puesta al día, hasta 1971, por el propio autor; ha sido corregida en algunos sectores y en otros, sujetos a los avances científicos y a la sensibilización histórica respecto de nuevas áreas, ha incorporado temas. Una pléyade de láminas ilustran el devenir histórico y cultural en una espléndida selección formativa. Lo mismo cabe decir respecto de la cuidadosa cartografía. Se ha respetado la distribución en dos volúmenes previstas en la edición inglesa, a saber: un primer volumen que se inicia en la prehistoria y que va desgranando el surgimiento de las primeras culturas, la egipcia, la mesopotámica, la persa, la hebrea la hitita, la minoica, y las otras culturas menores. Las civilizaciones clásicas, la helena y la romana, la bizantina y la sarracena. La baja edad media, y el renacimiento en Italia y su expansión europea. La era de la reforma, y las novedades que introduce en la sociedad la revolución comercial, los cambios en la agricultura, y la vida política centrada en el absolutismo. El segundo volumen retoma el proceso de la transformación de la sociedad europea a partir de la revolución comercial, enfocando las áreas inglesa, francesa, española y rusa, para luego detallar los avances de la revolución intelectual del siglo XVII y la cosmovisión de la Ilustración. La Revolución francesa vista como apogeo de la ilustración y como anticipo de nuevos rumbos, el romanticismo y la reacción europeas, la primera revolución industrial, y un capítulo totalmente novedoso, acerca de apologistas y detractores de la industrialización. El ascenso del nacionalismo, tomado de 1830 a 1914, al par que el desarrollo de la democracia política en el mismo período. El período que sigue, a partir de 1914, es visto como "la era del conflicto profundizado", con respecto al desafío del totalitarismo, a las nuevas relaciones de poder a partir de la segunda guerra mundial, y al surgimiento de nuevas relaciones naciones y nuevos factores que acentúan las revoluciones científicas y tecnológicas. Un ponderado y medular último capítulo sobre la cultura del siglo veinte aporta un análisis y a la vez un conceptuoso resumen de hallazgo, desafíos y sendas abiertas al hombre contemporáneo a través de la ciencia, la filosofía, la metafísica, la religión, y las artes. Esta historia arranca con la cuestión básica de dónde ubicar el punto de partida inicial de la historia humana, y la propia manera en que el autor resuelve esta encrucijada, es el indicio de cómo habrá de sortear la trampa de un riguroso cientificismo, sin desconocer las indicaciones más sofisticadas de la arqueología o la prehistoria, pero también sin dejar de lado el hecho íntimo de la viva realidad de la historia. La división en períodos y en procesos, sin limitaciones cronológicas precarias pero con la lucidez de un ordenamiento que le reconocen meritorio generaciones de estudiosos y educandos, es también un exponente de su criterio de historiador. Una historia general de este tipo es tarea de elaboración y ponderación realmente creativa. Porque no se trata de un compendio tradicional, ni de una historia particular y analítica, sino que ofrece los hechos según fuentes y documentos probados, combinados y ordenados en un diseño pleno de sentido, sin mediar metafísicas ni filosofías de la historia. En este tiempo que vivimos, exigidos y acuciados por el rigor científico y la metodología, el conocimiento histórico sigue siendo objeto de viva polémica, cuanto más si se lo refiere a las "historias universales" de dudosa verificabilidad en el sentido que pueden ofrecer las investigaciones particularizadas. Aspirar a captar la totalidad de la historia, en una forma consecuente y lógica, sin reducirla a compilación, manual, o repertorio, y sin sumir su fruto en una marcha mecánica -cualquiera sea la escatología propuesta, sea la salvación del alma o el progreso indefinido-, y sin caer tampoco en un agnosticismo o un pesimismo historiográfica, es tarea casi titánica. McNall Burns la ha logrado, y ése es su mérito intrínseco más relevante. El propio título constituye una toma de conciencia, que se ratificará en la elección de la periodización, en el énfasis que se da al tema político, en la elección de los desarrollos culturales, y en la lúcida explicitación de las cuestiones religiosas. La ascética exclusión de detalles que pudieran pervertir la compulsa de infinidad de fuentes que trabajan el perfil de su historia, es otro de los probados méritos que dan el fruto esperado de que "la humanidad se hace con su historia, y que lo que presupone esta historia es la humanidad", concepto diáfano y máximo galardón que Benedetto Croce adjudicaba a la buena historia universal.  Ir al inicio |
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