Fin


Primera página : Una noche inolvidable con Arthur Miller

Viernes 29 de Junio de 2007
Una noche inolvidable con Arthur Miller

Tuve el placer de conocer al señor Arthur Miller a través de su obra La muerte de un viajante. Sentada en la primera fila de la sala Pablo Picasso, en el complejo ?La Plaza?, disfruté plenamente de este clásico, escrito hace casi sesenta años con la genialidad de los que perduran en el tiempo.

Miller nació en la ciudad de Nueva York en el año 1915. Se graduó como periodista en la Universidad de Michigan en 1938 y se dedicó a escribir guiones televisivos, además de obras literarias: Las Brujas de Salem (1953), Recuerdos de dos lunes (1955), Panorama desde el puente (1955), Cristales rotos (1994). Pero sin  dudas su consagración definitiva llegó con este maravilloso drama, La muerte de un viajante , estrenado en Broadway en febrero de 1949 bajo la dirección de Elia Kazan.

En esta obra, el autor logra describir con exactitud la compleja personalidad de Willy Loman, un mediocre vendedor, esposo de Linda y padre de Biff y Happy. Un hombre que, llegando al final de su vida, no logra comprender el porqué del fracaso de sus sueños. Sueños mal encaminados, con una manera equivocada de ver la vida, colmada de mentiras y dobles mensajes. Willy espera siempre la manera fácil y fantástica de triunfar, sumiendo así a la familia en una irrealidad constante que los daña profundamente, en especial al hijo mayor, del cual el padre espera absoluta fidelidad y entrega para concretar todas sus frustradas ilusiones.

El drama muestra la falta de amor y el egoísmo del ser humano que, aun frente al profundo sufrimiento de un hijo, no puede manifestar ni siquiera un mínimo arrepentimiento por los errores cometidos.

En la función del Teatro ?La Plaza?, ubicado en la Avenida Corrientes 1660, esta versión argentina de Fernando Masllorens y Federico Gonzáles del Pino, se puede ver los miércoles y jueves a las 20:30, viernes a las 21:00, sábados a las 19:00 y 21:45,  y domingos a las  21:00.

La dirección está a cargo de Rubén Szuchmacher. La puesta en escena es sencilla pero precisa, y sitúa al espectador en tiempos y espacios; es decir, ubica en los diferentes lugares en los que transcurre la vida de los personajes, sin necesidad de grandes escenografías.

Cabe destacar el trabajo de todos y cada uno de los actores, en especial los integrantes de la familia Loman: Alfredo Alcón, María Onetto y Luciano Cáceres.

Un lugar aparte merece la sensible actuación de Diego Peretti, quien interpreta al hijo mayor, logrando una profunda comunión con el dolor, la angustia y la violencia contenida de este personaje, sentimientos que sólo pueden vivirse desde una butaca a través de una gran interpretación.

 

 

 

¿La muerte del respeto?

Me pregunto si, alguna vez, Arthur Miller habrá imaginado  que en el medio de una escena dramática, en una de sus obras, alguien dejaría que su celular comenzara a sonar, incansable.

Difícil imaginarlo en aquel momento, pero ?lamentablemente? esa noche sucedió. El llamado de un celular, entre el público, perturbaba el tenso desarrollo de la obra. Al fin terminó provocando el enojo, justificado por supuesto, de un gran actor como Alfredo Alcón, quien no pudo contenerse ante tamaña falta de respeto: ?¡Miren cómo estamos, miren lo que nos están haciendo!?, fueron sus palabras. De inmediato pidió disculpas al público y a sus compañeros por semejante exabrupto, y volvió al clima dramático del momento. Ficción y realidad se fusionaron en una sola cosa: egoísmo, materialismo, falta de consideración y desconexión con la realidad. ¿Willy Loman o Anónimo ?Celulareño?? Es evidente que la literatura se basa en hechos reales.  

De más está aclarar que no estoy en contra de los avances, pero "olvidarse" de apagar un teléfono en el momento en que uno decide dejar la vida real por un par de horas para involucrarse con ?otras vidas? habla  no sólo de la  falta de respeto por el trabajo ajeno y por los demás espectadores, sino de un egoísmo tal que no es más que otra muestra de por qué tenemos la sociedad que tenemos.

A pesar de los desubicados  de siempre, fue una noche inolvidable, porque comprendí que, en literatura, no es necesario inventar nada nuevo, sino que el secreto está en encontrar la manera más simple y conmovedora de contar una historia. Historia que perdure a través de los años y, como esta noche me pasó a mí, siga inquietando el alma de la gente.
 
Publicado por Victoria Fargas a las 07:00