Fin


Primera página : Las luces que aún quedan

Miércoles 14 de Septiembre de 2005
Las luces que aún quedan

I. Publicar un primer libro es como dar a luz por primera vez. Publicar hoy un primer libro de poesía es encender una luz ante tanta oscuridad literaria. Y frente a los sucesos que nublan nuestra realidad y la del mundo entero, pocas cosas pueden resultar más adecuadas que estas Luces de hospital (Araña editorial, España, 2005) que Fernando Caniza nos invita a recorrer, intercambiando ideas y movilizándonos a través de 29 estaciones poéticas.

II. Fernando Caniza nos propone un viaje, una ?internación en su propio hospital? ?como acertadamente lo prologa Tom Lupo? un transitar por la caída de un hombre y, en su espalda, por el sentir común de un mundo que entra y sale constantemente de unidades ambulatorias, quirófanos y salas de recuperación, un mundo farmacodependiente y quebrado. Un proceso y un regreso, en otro, ya que nunca regresamos igual que como partimos. Entre el lenguaje urbano y el juego lingüístico, que se conecta con las sensaciones y los sonidos que visualiza cada verso, el autor construye su propia palabra poética, repasando los vaivenes de su viaje en lo más profundo de la experiencia hospitalaria (¿de vida?): ...el concorde-remís voló por las calles // ¡cuidado! Viejo de mie // el chofer suda de ajo // de coté asoma // acelera (...) siento que algo se mueve // entre mí // late por sí mismo // Alien 3.....el regreso.... // con vértigo de urbanidad.

 

III. Sin más prólogos que los poemas que se avecinan como una montaña rusa de la que uno pide bajar gritando de fascinación: esa perversa necesidad de seguir a pesar del terror, de atravesar los pasillos tenebrosos, las conjuras farmacológicas de estas experiencias poéticas. Esas idas y venidas nos dejan distinguir tres momentos en el libro. El primero, ese viaje-internación-primer diagnóstico (...todo gira // guardapolvos blancos // órdenes // puertas que se cierran y abren // y un pequeño alivio // -pase por favor...); un segundo momento que se extiende en la experiencia en sí misma (como alarde de felonías // sobrevuelan // para matarme // atado // a una cama-búnker // uh oh // carrera semiplena // de pies débiles // ya no sostienen // y busco energía // en un goteo // uh oh...); y por último, los poemas en los que el autor se-nos recupera y vuelve-volvemos a abrir los ojos (¡y cuidado!, no sana, sino que sigue adelante...).

Tres momentos en los que nuestra-su salud-vida se libran de la dictadura de los discursos médicos (de poder), de la pasividad del hombre frente al aparato científico y tecnológico que día a día nos lee y resignifica, nos toca y manipula, nos prueba, nos degusta. No por casualidad el autor se llama ?preso? una vez en el hospital: ...uno se ventila en pijama de seda // otro exige atención de lujo // un preso se traga una cuchara // para salir un rato // ningún posible // semiaferrarse // a un planeta de ciencia // semicreerse // la siesta de una flor perenne. Todos estamos en alguna medida, mayor o menor, sujetos a esta realidad imaginada y condicionante.

 

IV. Escribió E. M. Cioran: Quisiera olvidarlo todo y despertarme frente a la luz anterior a los instantes. Esa luz que me devuelva, ya poco importa cómo, pero que me devuelva de una vez por todas. Esa luz (...debo matar // el brillo en alguna parte) que puede matarnos ?explotar nuestros ojos? o puede ser símbolo de salvación: una llegada.

Consciente o inconscientemente, lo que aquí se expresa es la metáfora misma de la paradoja humanista, los fundamentos de esta modernidad que se debate ante la posibilidad de dar vida y de dar muerte, la simbología del conocimiento y el progreso (la luz) frente a la muerte en que puede devenir ese mismo destello de conocimiento y progreso (la Luz) que se encuentra en el final del camino, que nos quema los ojos y nos estalla como una explosión: la bomba atómica, la energía y las armas nucleares también son explosiones de Luz.

 

V. Hoy, que nuestra cotidianeidad se expresa como una sociedad conformista a espera de curas milagrosas y antídotos repelentes: ...viene a ver mi cuerpo // harapos de nervios // el hospital infierno // viene a chupar mi sonrisa opalescente // a expiar mis culpas // con falsos budas... Mezcla de dolor por tanta humanidad deshecha y la constante necesidad de afirmar y definir nuestros valores imperantes. Muchos de estos poemas son una metáfora en miniatura de la vida diaria, de nuestra lucha por existir y continuar. La lucha por recrear y confirmar los valores que nos edifican. Por eso levantarse, por eso caer. Por eso, la pregunta, esa que siempre llega, que nos atormenta: Existo // ? //.....// por qué? El momento, ese antes, esa luz anterior a los instantes, el lugar al que llegamos, un stand-by donde decidimos estar o seguir, quedarnos o dar un paso más y volver. Donde todo irremediablemente y como tiene que ser, se mezcla, confunde los lenguajes, se cruza y todo, por fin todo, depende de nosotros. ...existo // por qué?

 

VI. voces // sin retorno // se apagaron // algunas de mis voces... A lo largo de nuestra vida matamos y revivimos esas diferentes voces, metáforas de nuestras ideas, de nuestras convicciones, de nuestras creencias, para ser y seguir. En esa búsqueda de algo por qué vivir, en es e tratamiento que nos hace personas, cambiamos y así nos permitimos dejar de ser solamente uno. Porqu e todo va cambiando, alrededor y en los alrededores. Porque en definitiva, a través de los poemas de Caniza, recorremos esa experiencia personal del ser-en-el-mundo, buscando algunas luces, pequeñas lucecitas, y cubriendo otras.

 

jardín

de cruces

cobarde sensación

peligro

con_vida

tenazas

mi brazo morado

repele el Sueiro

pienso

lo nacido no muere sin cambiar de lugar

y aún estoy aquí

con las noticias

en sintonía

joy división

concentración

ondulante

en esta circunstancia

me molestarían

plantas

en cambio

celebraría

danzas representativas de mi yo perro

o mastines peregrinos

pero nunca

nunca diré:

?enloquecí?

 

 
Publicado por Emmanuel Taub a las 00:00