Fin


Primera página : Felisberto Hernández, quien nunca encendía las lámparas...

Martes 09 de Agosto de 2005
Felisberto Hernández, quien nunca encendía las lámparas...

"Posiblemente no haya en el mundo más de diez personas

a las cuales les resulte interesante,

 y yo me considero una de ellas".

 Carlos Vaz Ferreira

 

Nació en 1902 y murió en 1964, siempre en el lado oriental del Río de la Plata, aunque se me antoja pensar que su tiempo de vida (el tiempo que él mediría en su memoria) pudo haber sido mucho más extenso o abismalmente más corto. Porque, aún con sus 62 años, la infancia habitaba intacta en sus pensamientos, manteniendo hasta en su muerte esa capacidad de asombro que vamos dejando atrás al crecer, junto con aquella relación lúdica que vivíamos de chicos con las mañanas y las tardes, con cada persona, animal o cosa que llamara nuestra atención.

Felisberto se parece a una tarde de otoño, como caminar por el paisaje de un cuadro de una ciudad antigua o un campo sin nadie; envuelto en esa calma que se sabe perecedera, y por eso grata. Siento a un hombre ensimismado, esperando durante años en una estación un tren que no llega. Enfermo de romanticismo tardío, Felisberto Hernández es una de las raíces rioplatenses más fuertes de ?eso? que se puede reducir ?si es que hay que definirlo de algún modo? al absurdo en lo literario.

 

Absurdo es el sentido de la realidad una vez que se está ?de vuelta?, y de tan absurdo se convierte en simple. Aunque no sencillo, porque eso es otra cosa

Cuando escribe, Felisberto traslada al resto el extrañamiento de sí mismo. Lo fascinante de este escritor es que todo en él es ?afuera?, incluso él mismo; y su vida se parece a la de cualquiera de los personajes de sus cuentos. Lector interesado en la filosofía y en la psiquiatría, Felisberto dominaba el difícil arte de trasladar a sus escritos ?de manera sutil, sin que se note? el sentido de esas ciencias, que a menudo daban sustento a sus historias.

La obra de Felisberto se desprende de la estructura formal. Sus cuentos, en gran parte, son relatos en los que la historia comienza y levita entre recuerdos y ensoñaciones. A veces ni siquiera terminan, o sus finales son abruptos. Sin embargo vale tanto la magia de sus recursos literarios y de la musicalidad de sus palabras, que uno se queda encantado por la historia y se olvida de eso de ?dónde está el cuento?. Ver lo que no se puede ver, y regresar a lo que no puede volverse: así podrían definirse algunas de sus tramas.

 

En el caso de este autor no tiene mucho sentido intentar separar la vida de la obra, ya que la mayoría de sus historias son autobiográficas, o los argumentos están tomados de sus vivencias, tanto de músico como de escritor y, por qué no, de enamorado eterno.

 

 

 

?El músico-escritor? 1902-1942 o ?El Escritor-músico? 1942-1964

 

 

?Además, yo no podría prescindir del placer de ir entrando lentamente en el alma de una mujer y acomodarme en ella con mi piano y mis libros?

Tierras de la memoria

 

 

Antes que escritor, Felisberto fue pianista y compositor. Comenzó sus estudios de piano a los 8 años con Celina Moulié, su maestra, que continuará viviendo o reviviendo en sus relatos (ver, por ejemplo, ?El caballo perdido?). En 1915 conoció a quien sería su tutor, el pianista Clemente Colling. Maestro ciego, de quien aprendió composición y armonía, y el arte de la improvisación y de la variación; ese ?tocar a la manera de...?. Según cuentan, Colling era un personaje socialmente inaceptable, un mendigo maloliente y fabulador. Pero Hernández estaba dispuesto a pasar por alto incluso los piojos y suciedad de su maestro, a punto tal que terminó llevándolo a vivir durante un año a su casa. Su relación con él y la semblanza de éste merecerían una nota aparte. De hecho, Por los Tiempos de Clemente Colling (1942), una de sus ¿novelas?, retrata toda esta historia.

Mientras transcurrían sus estudios, Felisberto trabajaba para ayudar económicamente a su familia tocando en salas de cine mudo, improvisando melodías según fuesen las escenas.

A los 17 años fundó un sencillo conservatorio en su casa, donde dictaba clases de piano.

 ?Sobrevivió? económicamente gracias a los conciertos que daba en distintos pueblos de Uruguay y en Buenos Aires. En varias de sus narraciones escritas en esta época, utiliza al ?pianista itinerante? como a un reflejo casi absurdo de sus vivencias. A partir de 1925 comenzaron a publicarse sus libros, aunque en muy pequeñas tiradas: Fulano de tal (1925) y Libro sin tapas (1929).

Se casó en ese mismo tiempo con Maria Isabel Guerra, quien había sido, durante lo que se extendió como un enfático y oculto romance, su alumna de piano. En este período el matrimonio Hernández frecuentaba las tertulias culturales en lo de Carlos Vaz Ferreira. La filosofía de ese ambiente y la influencia de su maestro de música fueron formando las ideas en las letras y en la música de Felisberto.

Este matrimonio terminó en 1931, y Felisberto volvió a vivir con su madre Calita, quien pareció ejercer siempre en él una presión aún más grande que la de sus esposas. No obstante, ya sin la responsabilidad de ser el sostén de la economía familiar, Felisberto pudo dedicarse de lleno a los conciertos, ahora poético-musicales, junto a Yamandú Rodríguez, en diversos lugares de Uruguay y Buenos Aires.

Felisberto músico era también poesía y vanguardia. Dicen que poseía una digitación asombrosa, y recursos propios del virtuosismo. De sus composiciones sólo quedaron algunas partituras: ?Canción de cuna?, ?Marcha fúnebre?, y ?Negros?, particular candombe con reminiscencias de Stravinsky.

Mientras parecía que encontraba su equilibrio músico-literario, conoció a la pintora Amalia Nieto, quien luego fue su segunda esposa. La dependencia económica hacia la familia Nieto se hizo evidente evidente. Siguió durante un tiempo con sus conciertos itinerantes, pero la música dejó poco a poco de habitar en él, y finalmente, en 1942, las penurias económicas lo llevaron a tener que vender su piano, al que notoriamente comenzó a describir en sus relatos como a un féretro o un sarcófago. A partir de entonces se volcó a componer exclusivamente con las letras, dejando morir cualquier resto o vestigio de pianista. Felisberto y su mujer intentaron entonces sustentarse con un comercio, la librería ?El Burrito Blanco?, a la que él casi no daba importancia, ensimismado ahora en el estudio de la taquigrafía y en la creación de un idioma simbólico propio, ?la taqui?, del que quedaron muchísimas reseñas y escritos aún no descifrados.

Es entonces cuando deja de forma definitiva la música.

Y al poco tiempo se divorcia de Amalia Nieto.

 

Felisberto no daba trascendencia a su creación musical, la arrumbaba en el olvido e incluso, al parecer, la destruía. Si bien sus manos corrían virtuosas por el teclado del piano, y la crítica lo aplaudía, él quería trascender también por su obra en papel. Quería más que nada ser escritor, y lo consiguió, ya que a partir de 1942 surgieron sus cuentos más logrados. Fue presentado en La Sorbonne por Jules Supervielle. Como otros montevideanos, viajó a París en busca quién sabe de qué, gracias a una beca otorgada en 1946 por el gobierno de Francia. Pero su reconocimiento, al igual que el de muchos rioplatenses, fue tardío y póstumo. Más tarde, Italo Calvino y Julio Cortázar llevaron al italiano y al francés, respectivamente, su obra escrita.

 

En 1949 vuelve a Montevideo, y a ?caer? en un nuevo matrimonio, ahora con Maria Luisa Las Heras, a quien había conocido durante su estancia en París. Lo que nunca supo Felisberto, debido quizás a su evidente ingenuidad, es que él, de estrictas posturas anticomunistas, se había casado sin saberlo, nada más y nada menos que ¡con una espía rusa! Justamente la falta de indagación de nuestro hombre, y su aversión a las tendencias políticas de ?izquierda?, conformaron una útil pantalla para su flamante esposa. Pero tampoco duró este matrimonio: un año después decidieron separarse.

Como en una especie de amarga broma kafkiana, Felisberto pasó sus últimos años empleado en La Imprenta Nacional como secretario del director, utilizando la taquigrafía para escribir lo que el director le dictaba. En estos últimos años, el músico volvió a despertar. A pesar de padecer leucemia y de ser transfundido varias veces, Felisberto trabajaba con ahínco en el estudio de Iberia, la obra del compositor español Isaac Albeniz, cuando finalmente el músico, el escritor, él mismo, murieron un día de enero de 1964. De su perfil musical nos queda ?como dato, ya que no hay nada grabado? la presentación en Buenos Aires de Petroushka, de Stravinsky, en su versión para piano, y algunas partituras de composiciones propias salvadas casi por milagro de la pérdida y el abandono, y actualmente con escasa difusión. Hasta el día de hoy no hay editadas grabaciones oficiales de la música de Hernández. De su obra escrita continúan apareciendo relatos o fragmentos inéditos rescatados del olvido.

 

 

 

Semblanza de Felisberto

 

?Fue el principal enemigo de su literatura? ?en un reportaje el escritor y periodista uruguayo Carlos Maggi relata a Cesar di Candia, crítico literario, también uruguayo?. ?Era un tipo inseguro, tímido, como acorralado. Desesperado por cobrar confianza, buscando que lo elogiaran o que le dieran una opinión favorable.? Y continúa narrándole a Di Candia en otro reportaje sobre Felisberto: ?Su literatura es astuta, brillante, refinada, penetrante. Pero en su vida diaria era una especie de bobo bueno que hacía chistes malísimos y que siempre estaba como asustado (...). Era realmente muy tímido; daba la impresión de que no sabía qué cara poner para impresionar mejor. Se me ocurrió pensar que todo el tiempo estaba consciente de su cara y que por eso buscaba distraer la atención hacia sus manos cortas y regordetas que se movían como dando saltitos mientras hablaba.?

 

El escritor Jorge Sclavo, amigo y compañero de trabajo de Felisberto, cuenta que cuando ambos trabajaban en la Imprenta Nacional ?llegaba horas antes al empleo para desarrollar una especie de entrenamiento, de acomodamiento (...); empleados públicos llegábamos media hora antes para escucharlo en lo que se dio a llamar internamente ?la hora cultural?. Allí Felisberto contaba anécdotas, adivinanzas, cosas suyas, cosas inventadas, cuentos de todos los colores, por supuesto, y de todos los gustos?.

 

El músico Sergio Elena Hernández, nieto de Felisberto, en un ciclo de charlas sobre su abuelo, cita un articulo del profesor Carlos Cortínez: ?Ahí tú que ya le has abierto las puertas, lo verás desenfundar sus instrumentos e iniciar su pequeño concierto, solamente para tu oído, y no le importará que no lo tengas muy afinado y te lo transmitirá así, como un secreto querido que te murmura al oído, pero sin énfasis, como jugando. Y cuando haya comenzado a penetrarte y estés a punto de decirle en su propio idioma: ?A ver, quédate un poco más, qué buena idea que hayas venido?, tu suave amigo, con la misma calma, ya se te habrá marchado. ¡Este Felisberto!?.

 

Enamorado errante y permanente de la sensación del vértigo y del descubrimiento, la mujer era, según cuentan sus cuentos, y según afirma su vida, un gran enigma que atraía su atención, pero que no deseaba descifrar. En la novela Las Hortensias (1949) se puede comprender esta fascinación hacia ?la mujer?, no como objeto, sino como deseo ajeno a él, como una maquinaria de la que se quiere conocer el funcionamiento, pero sin abrirla, sin romperla.

La figura paterna parece omitida en sus relatos, mientras que la de su madre Calita crece, casi grotesca, alimentándose de la sombra del padre ausente. Madres también fueron sus tres esposas, y varias de sus muchísimas novias, y quién sabe si hasta sus dos hijas.

 

Desde el 13 de enero de 1964 descansa en una tumba sin nombre en el cementerio del Norte, en Uruguay. Derrotado por su enfermedad, lo encontraron muerto en su casa, hinchado como un globo, a tal punto que hubo que sacar su ataúd por la ventana.

Su crítico contemporáneo más acérrimo, Emir Rodríguez Monegal, lo definió como ?un misterio falsificado?. ¿Acaso ustedes le creen?

 

?Si mi obra no resulta seria creeré que he tenido la disimulada vanidad de escribirla en broma para que se tome en serio, que es lo que les ocurre a muchos de los que escriben en broma?

Juan Méndez o Almacén de ideas o Diario de pocos días

 

 

 

Referencias

 

·        Capítulo Oriental Nro 29 (La historia de la literatura uruguaya): ?Felisberto Hernández?. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.

·        Literatura Uruguaya 15 ?Felisberto Hernández, por Raúl Brito (Editorial La Mañana). 1989

·        Felisberto Hernández: del músico al escritor por Sergio Elena Hernández (extractos de un ciclo de conferencias ).

·        El Caso Clemente Colling por Jorge Sclavo (Ponencia. Gentileza de Sergio Elena Hernandez).

·        Centro virtual Cervantes ? Felisberto Hernández http://cvc.cervantes.es/actcult/fhernandez/default.htm

·        Carta en Mano ? Julio Cortázar.

 http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/cortazar/felisberto.htm

·        Homenaje a la generación del ?45 y sus antecesores ? César di Candia
http://www.borris-mayer.net/onetti/onetti_candia2.html.

·        En Marcha, Nro 286 (15 de junio 1945, pág. 15). Emir Rodríguez Monegal. ?Nota sobre Felisberto Hernández?

·        Obras Completas.  Felisberto Hernández. México, Siglo XXI Editores.

·        Sobre Felisberto Hernández: Burlón poeta de la materia

http://letras-uruguay.espaciolatino.com/rama/felisberto.htm

 
Publicado por Luciana Armanini a las 07:00