Fin


Primera página : Apología del rol

Lunes 18 de Abril de 2005
Apología del rol

Estás solo, perdido en el bosque. Tus compañeros prefirieron recolectar datos antes de actuar (probablemente por cobardes, pensás): uno, el abogado, fue a escarbar información en los registros de la cancillería; otro, un profesor de Historia, se infiltró en el inframundo de las pulperías para ver qué se sabe allí de la familia desaparecida (bah, fue a parrandear); el último, un monje, se quedó en la iglesia del pueblo repasando exorcismos y preparando estacas. Vos, en cambio, un investigador de lo paranormal en los albores del siglo XX, preferiste ir directamente al lugar de los hechos.

El viento silba, se baten las ramas. Tu piel se eriza. La lámpara en tu diestra pestañea: ya casi no le queda gas. Unas ramas secas crepitan a tu izquierda, entre los pinos. Estás solo, sí, pero tu alta percepción te lo dice: hay alguien o ?algo? que te mira, acechante. Decidís no prestarle mayor atención. Después de todo, años de experiencia en investigación paranormal te enseñaron a no detenerte jamás: sabés perfectamente que los espíritus malignos se alimentan del miedo.

Seguís zigzagueando árboles y finalmente hallás un sendero pedregoso. A lo lejos, entre la bruma en lo alto de un pico, atisbás una construcción: la mansión abandonada, pensás. Dos kilometros más, salís del bosque, y allí estás. Observás la mansión: es imponente, pero parece que le vendrían bien unas refacciones. Enfrente, un inmenso pórtico. Lo escudriñás: su fachada posee grabados con demonios burlescos. Cuando fijás la vista en uno los demás parecen moverse. Te acercás al portón y, antes de que toques la campana, se abre. El cuarto de recepción es un extenso corredor con altas ventanas a sus lados, adornado únicamente por una alfombra roja. Al final del corredor, una escalera? y es lo último que ves: la llamita de tu lámpara se extingue. Esperás un rato, y tus ojos se acostumbran a la oscuridad. La única luz presente es la de la noche, una luz grisácea y sucia que entra por las ventanas a los costados del corredor y por el portal. De repente advertís en el interior de la mansión un extraño chirrido, como de huesos frotándose hasta quebrar? Percibís una presencia dentro de la mansión? Y algo más. ¡Detrás, en el bosque! Tenés que ver, querés voltearte y ver? un respiro hondo y? ¡sombras?! ¡Sombras saliendo de los árboles!? ¡Sombras flotando: rostros sin ojos, rostros gimientes, rostros azules y translucidos! ¡Son miles, y se multiplican! Por suerte, parecen no notarte, y tampoco pensás darles la oportunidad. Retrocedés dos pasos, adentrándote en la mansión, y? ¡pum! Cerrás el portal. Estás sólo. Afuera están esas sombras, y adentro? El ruido de huesos persiste, se acentúa y se le une otro ruido? un ruido exótico, como el tecleo aligerado en una máquina de escribir oxidada. Y está sobre vos, lo sabés, en el piso de arriba. El techo cruje? no? son pasos? son como la marcha de un millón de cucarachas. ?La cosa? se acerca? Se acerca a la escalera. Desciende, como palpando los escalones? Se acerca. Ves algo: la luz de la ventana más próxima a la escalera alumbra unos pequeños tentáculos sobre la alfombra, oscuros, vibrantes (empezás a perder la cordura)? y se acerca?

¿Y qué hacés?? Escuchás una voz? ¡Dale!, ¿qué haces? Un enorme dedo índice irrumpe señalándote. Después apunta al muñequito de ?la cosa?, apoyado en un tablero sobre la mesa. ¡Dale!, movete que te come, ya está a unos pasos. Detrás del dedo inquisidor, increpándote, el ?master?, el jugador que preside la mesa. Se acomoda los anteojos, salta un par de páginas del libro a su izquierda (probablemente a la página donde tiene las estadísticas de ?la cosa?), y te mira, acechante... Tiro dados por agilidad, le decís, y salto por la ventana. El ?master?, entornando los ojos, sonríe. Vos lo tenés claro: nadie logró jamás escaparse de los tentáculos de ?la cosa?. Es el fin de tu personaje. Meditás sobre lo sucedido. ¡Tus compañeros! Esos cobardes la van a pagar. Ojalá que se los coma ?la cosa?, pensás.

La pérdida de tu personaje te da un poco de tristeza. Te habías encariñado con tu investigador. Igual, no importa. Es una situación común en los juegos de rol. Ya crearás otros personajes, o jugarás otras aventuras, por qué no. En los juegos de ?rol? (o, más adecuado, de imaginación) se puede recrear cualquier universo fantástico. No hay límites (salvo las reglas, claro, y mantener al juego dentro del juego). Y aunque pierdas tus personajes y las aventuras, no dejás de ganar en ejercitar tu imaginación, creatividad y astucia. En los juegos de rol (vale aclararlo) los únicos que salen perdiendo son los que no los juegan.
 
Publicado por Hernán Barreto a las 07:00